David Tovilla
Revista 10. Número 246
Revista 10. Número 246
La obra escultórica en roca de Jorge Yazpik es un trabajo que merece conocerse y darle seguimiento. Por estos dÃas, aún permanece en el Museo Fernando GarcÃa Ponce-MACAY de Mérida, Yucatán. Es una producción sin estridencia, planteada desde una discreta modificación del sentido de grandes piedras de origen volcánico. De lejos, pareciera una acumulación de piedras. Al acercarse y apreciar el acabado de los interiores la percepción cambia.
Colores, rasgos, composiciones, texturas, matices se conservan en el exterior de los voluminosos fragmentos. La carga de muchos significados permanece adherida a éstos. El calor que recibieron en la expulsión. La energÃa de su lanzamiento. La violencia del golpe con otras semejantes y con la tierra. La exposición a diversas y hasta opuestas condiciones climáticas. La espera de generaciones para ocupar la atención y las manos de un artista. Además, su tamaño. No se minimizaron o dejaron de ser en su esencia para formar parte de algo más. Se ha respetado, en la medida de lo posible, su proporcionalidad. Su grandeza en volumen y expresión. Se aprecia que, por fuera, las esculturas tienen, en su mayorÃa, los cortes que algún dÃa las circunstancias provocaron la fragmentación. Los menos son aquellos necesarios al ser separados de los lugares en donde yacÃan depositados.
Jorge Yazpik se ha ocupado del interior. Mantiene el contexto. Las rocas dicen su pasado antes de ser escultura. Hay horadaciones, hendiduras, de diversas medidas que transforman la piedra en obra. Afuera: dureza; adentro: pulimento. Llega a ser como una ventana donde el proceso es inverso. No se observa hacia el frente. Hay un acercamiento desde el pasado hacia el futuro. El presente está afuera: en quien mira. El trabajo desarrolla un diálogo entre la profundidad del origen de las rocas y las modernas lÃneas perfectas, geométricas, que se han aplicado a su corazón. Porque éste está ausente, es aire, conducto, túnel, luz, laberinto en donde atraviesa el conocimiento, el tiempo. El anverso es la naturaleza; el reverso, la huella de quien puede modificarla, aún en la radicalidad de una manifestación como la piedra. El centro de la roca es aposento, camino, respiro. Lo inerte adquiere vida con una incisión.
Son esculturas que permanecen en el espectador porque logran armonizar opuestos. En suma: la historia y el devenir; la aspereza y la lisura artificial; la solidez y la vulnerabilidad; la monumentalidad de tamaño y la sencillez de la propuesta. En cuanto al efecto humano, la obra en roca de Yazpik aparta de la incesante carrera cotidiana de celeridad, competencia, urgencia, apariencia. Logra abstraer de cualquier dinámica. Mueve a detenerse a pensar en la conformación de los grandes bloques y la genialidad para transformarlos en un mensaje artÃstico. Alejan de la apabullante información de violencia mundial que llega a las personas a toda hora por todos los recursos tecnológicos para recordar que existe el arte y su capacidad de conmover, emocionar, deleitar, educar.
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