Carlos Olmos


David Santiago Tovilla

El 13 de octubre de 2003, falleció el incomparable Carlos Olmos. Sin embargo, proporcional a su grandeza es el olvido. Su indudable estrella está relegada. Su nombre no brilla en donde debiera fulgurar de manera permanente. 

Por fortuna, su creatividad vive y formar parte, en la actualidad, de la vida cultural de México. Sólo unas semanas atrás, el canal de telenovelas de la televisión de pago volvió a transmitir su Cuna de lobos en emisiones matutina y nocturna. Cada poco, es noticia nacional la elección de la actriz que representará al personaje Elena Montes de la obra teatral Aventurera, la cual se ha mantenido en cartelera durante diecisiete años. Olmos adaptó el guión de Álvaro Custodio para la película y creó un espectáculo que llena teatros una y otra vez, en cada temporada. Su talento está presente, establecido con firmeza, en distintas generaciones.

En vida, Carlos Olmos siempre dio la lucha por la reivindicación del dramaturgo como creador literario: “En Chiapas se acostumbra hablar de escritores y aludir a poetas y narradores. Por costumbre se menciona a Sabines, a Laco; pero, también, los dramaturgos somos poetas. Las definiciones más amplias señalan al poeta como aquel ser literario que transforma su realidad en una literatura específica y genérica, no sólo quienes versifican. 

Se ha olvidado la presencia contundente de los animales de teatro, de la dramaturgia hablada y escrita. Ellos, por lugar propio, merecen el sitio de dramaturgos. Se deben revisar las nociones literarias. El teatro es literatura. La literatura dramática no debe ser excluida. Sin ella, en mi caso, no hubiera hecho televisión” (Diario Popular Es! 13 de mayo de 1993).

Otro de los señalamientos de Olmos era la falta de consumo de la literatura dramática: la poca lectura, en general, de las obras publicadas. Por eso, es loable que el Fondo de Cultura Económica haya publicado, en 2007, el volumen Teatro completo con sus trece obras teatrales. Y, en efecto, se pueden apreciar esas letras que, en todo momento, plantean una reflexión sobre las clases sociales, los prejuicios, las paradojas, la imperfección, las aspiraciones, las frustraciones. 

Por ejemplo, su penúltimo trabajo: Atardecer en el trópico, una recreación del mundo tapachulteco. Olmos no tiene el menor sesgo de escritor costumbrista. Sabe plantear, recrear, aspectos de la identidad pero desde una concepción moderna. Su homenaje a su tierra natal está en el paso del tren, la lluvia, el cine de matiné. Su denuncia de la intervención extranjera en Guatemala que llevó a la renuncia del presidente Arbenz. Una lectura amena, sin complejidades ni abstracciones: para su aprehensión y disfrute inmediato. 

Un observador del ser humano en sociedad desde el núcleo central: la familia. Un provocador de reflexiones. Un sacudidor de las comodidades. Un destructor de los finales felices y predecibles. Leer el Teatro completo de Carlos Olmos debe constituirse en un propósito para todo quien desee tener una panorama integral de literatura chiapaneca.

Aún falta mucho, enormidad, para que el extinto escritor chiapaneco tenga el lugar que se ganó en las letras estatales y nacionales. Ese será un esfuerzo a largo plazo y de iniciativas particulares, independientes, desinteresadas de reflectores y lucimientos personales, que promuevan su legado. Se llamó Carlos, apellidó Olmos y ésta su preceptiva: “No podría definir en unas líneas lo que mi vida le debe al Teatro, aunque es indudable que alrededor suyo gira todo un sistema de creencias, de instituciones vitales que me han de llevar a escribir “eso” que el mundo llama obras. 

En ellas se encierran todas mis dudas, todos mis miedos y -¿por qué no?- todas mis esperanzas en el futuro del hombre. De ese hombre que aún sigue preguntándome, sentado en su butaca, sobre el amor, el arte, la soledad, el sexo o la muerte. Por el teatro he conocido la luz y la sombra de mi destino y también me he asomado al universo de los demás a través de historias y personajes que me ocurren en tiempos y espacios limitados pero sin embargo adquieren dimensiones más anchas en la mente y el corazón público. La poesía necesaria para sobrevivir la he buscado y la seguiré buscando siempre en el Teatro”.