Gael y la justicia narrativa

Foto de Jan Tinneberg 

David  Santiago Tovilla

El término lo ha planteado Gael García Bernal, en la entrega de los Premios Fénix para el cine latinoamericano: “Nuestro trabajo es crear una narrativa que le da vida a las historias de las personas. Con una película no se puede hacer justicia pero la idea es contar con una justicia narrativa que nos den ganas de luchar para que una injusticia no vuelva a suceder”.Contrario al mar de palabrerío, lugares comunes y hasta necedades que satura a los medios, García Bernal conceptualiza algo que está en su propia carrera. Revela visión, actitud, sentido. Es congruente. Ahora lo dice pero lo más importante: lo ha hecho. 

En 2010, una película con Gael representó a España en la competencia por el Óscar a la mejor película extranjera: También la lluvia. Se trata, de la exposición de dos temas: la guerra del agua, en Bolivia; y, un atisbo al violento “descubrimiento” de América. El primero de ellos es el que da nombre a la cinta de Icíar Bollaín. Documenta un movimiento social surgido en el año 2000 en la ciudad de Cochabamba. 

Una verdadera revuelta popular ante la privatización del agua potable municipal y una legislación que llegaba al exceso de prohibir la utilización hasta de agua pluvial por parte de la población. Es decir, la prohibición incluía también la lluvia. Mientras el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático concluía, en Yokohama, Japón, en marzo de este año que “se empiezan a reducir los recursos de aguas superficiales y subterráneas renovables y con ello se intensificará la competencia por el agua”, en Bolivia desde hace catorce años la gente luchó por el líquido. 

Confrontación con el ejército, estado de emergencia, huelgas, disturbios y la muerte de un adolescente convulsionaron al lugar durante cuatro meses hasta la anulación de la ley.

La guerra del agua de Cochabamba es un caso sintomático que merece rescatarse, recordarse, documentarse porque no es un episodio muy conocido. Esa desproporción de la privación del agua y la correspondiente bravía acción ciudadana mereció, en palabras de Gael: la justicia narrativa para evitar su olvido y subrayar su aportación a la historia en el último año del siglo XX. 

Otro gran motivo, de otra película en donde García Bernal es protagonista y también candidata al Óscar en 2012 es No, la cinta y casi documental sobre la campaña para derrotar al dictador Augusto Pinochet, en Chile, de la que hablamos en el número 177 de la revista 10. Esto es: Gael sabe de qué habla cuando alude a las luchas civiles y el combate a la injusticia desde su trinchera: el cine.

Lo planteado por García Bernal es parte de la ruta necesaria para cambiar ese México de finales de 2014. No hay que buscar afuera y en los otros: debe modificarse la acción diaria colectiva. Revisar si el proceder individual se puede medir con los raseros de la ética, la responsabilidad y la legalidad, lo que no ocurre con la mayoría de las prácticas sociales y políticas de este país. 

Empezar a remontar herencias como el “obedézcase pero no se cumpla” que viene del periodo colonial cuando los asuntos de la Nueva España debían ser ordenados por el Rey y debía esperarse meses o años para que la resolución fuera y regresara a estas tierras. Esa escuela para burlar la ley que se heredó entonces y cada generación ha perfeccionado hasta la actualidad, por ejemplo. 

La simulación y la concepción patrimonialista de la política, también. Mientras las inercias y prácticas anómalas sigan en los actos cotidianos, en todos los ámbitos, el deterioro de la vida social continuará.