Penélope Cruz

David Santiago Tovilla
Revista 10. Número 254

En octubre, la revista Esquire nombró a la actriz española Penélope Cruz como la mujer viva más sexy del año. Un reconocimiento inesperado pero entendible porque es una persona que no está atada a ningún estereotipo. Con el nombramiento tampoco quedará sujeta a un adjetivo. Porque Penélope no tiene un solo asidero, no es un lugar común, ni es predecible como muchas actrices de moda.Desde su aparición en la película Jamón, jamón del extinto Bigas Luna, en 1992, Penélope ha mantenido su mismo perfil. Segura, candorosa, pasional. Una gema que brilla en donde se le coloque. No se queda en sus personajes. 

Ella hace que éstos adquieran personalidad, resonancia, trascendencia. Los hace ser pero una vez concluido el proyecto se quedan encerrados en el filme: no la alcanzan, ni la arrastran consigo. Pero los construye con una energía y totalidad que mientras es no parecen una figura de ficción sino un ser real con cualidades, debilidades y sensibilidad. Sí, están perfilados en el guion pero mucho para transformarlos a memorables es la actuación de Pe.

¿Sexy? Mucho más que eso sin acudir a la explotación de sus atributos. Superior a una simple atracción física y sexual, 

Penélope es un cofre lleno de encantos que sorprende de manera diferente a quienes lo abren. Impacta con su sola presencia. Seduce con una porción de su cuerpo. Arrebata su pasión transpirada, exhalada. 

La combinación de unas cejas pobladas, ojos grandes e intensos, labios de beso permanente que suelen asomar una perfecta dentadura esculpen un rostro, embellecido con la madurez. 

Sus rasgos se mantienen idénticos tanto en la primera portada que dio al suplemento semanal del diario El país, a los veintitrés años, como ahora, en la portada de Esquire. Por algo Octavio Paz decía que la mejor edad de la mujer son los cuarenta, los que este año cumplió Penélope.

Esa magia que desprende Penélope Cruz la ha hecho documentar su carrera artística a través de las portadas de las publicaciones más influyentes. 

Es una imagen inagotable: en Elle, con un vestido negro sin sugerir ni mostrar nada y su bellísimo rostro; en “Glamour” de medio cuerpo, de perfil con un vestido strapless rojo; en Marie Claire, sentada sobre sus rodillas con un coqueto minivestido negro y unas zapatillas de seis pulgadas; en Bazaar con un body de mallas. 

En Vogue con una fotografía en blanco y negro con el cabello recogido y un pronunciado escote; en Vanity Fair con un vestido beige al que se ha bajado todo el cierre de la espalda. Portadas que merecen coleccionarse para tenerla con distintas expresiones, énfasis, tonalidades. 

Lo común a ellas es la autenticidad de Penélope. No necesita recurrir a poses estrambóticas. No requiere hacer muecas o señas con la mano. Sólo deja que la vistan, obedece alguna indicación de cómo quieren que se coloque y sonríe. Es todo porque ella es eso: una totalidad femenina.

Penélope es, ahora, colocada en la cima por Esquire, aunque la verdad es que siempre ha estado y estará como lo ha hecho hasta ahora.