David Santiago Tovilla
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Fotografia: Domina Colette |
Funcionó la poderosa maquinaria de hacer dinero llamada Cincuenta sombras de Grey. Años de promoción del texto en el que se sustenta la película. Meses de especulación sobre la cinta.
Exhibición en el explotable día del amor y la amistad hicieron que se rebasara el cálculo de ingreso millonario. Sin embargo, la calidad de la cinta no se mide por el éxito en la taquilla.
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Fotografia: Domina Colette |
En primer lugar debe decirse que la historia es la recurrente de las telenovelas. En México, por estos días, en horario estelar se transmite “Hasta el fin del mundo”. En ella, tres hermanas millonarias descubren el amor con tres personajes pobres.
En Cincuenta sombras de Grey, el millonario Christian Grey (Jamie Dornan) se interesa por Anastasia Steele (Dakota Johnson), una estudiante de literatura. Él se transporta en helicóptero; ella en un viejísimo Volkswagen. Él ha tenido quince mujeres en su cama; ella le entrega su virginidad. Parte del problema del guión y el libro original radica en fomentar esquemas, estereotipos, tergiversaciones.
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Fotografia: Domina Colette |
El punto de diferencia es que ella quiere una relación tradicional. Él le propone un contrato para ejercer los roles de amo-dominada. El planteamiento es un fusil, una copia barata, de una obra clásica –esa sí- del erotismo: La venus de las pieles de Leopold Von Sacher-Masoch.
Masoquismo proviene del apellido de este autor y de la obra señalada. El texto, publicado en 1870, incluye un “Contrato entre la señora Wanda de Dunaiew y el señor Severino de Kusiemski”.
Sólo que en el documento descrito con detalle por Masoch, él es quien se entrega: “El señor Severino de Kusiemski quiere, desde el día de hoy, ser el prometido de la señora Wanda de Dunaiew, renunciando a todos sus derechos de amante y obligándose, bajo palabra de honor y caballero, a ser su esclavo, en tanto que ella no le conceda la libertad. (…) La señora Dunaiew se obliga a comparecer vestida de pieles con la mayor frecuencia ante su esclavo, incluso cuando se muestre cruel para él”. Al trasladar ese recurso a “50 sombras”, en la mentalidad puritana de la autora no cabía más que el hombre macho y la mujer dulce o vulnerable.
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Fotografia: Domina Colette |
Lo más grave es que, a pesar de la explotación económica multimillonaria que ha hecho del tema, E. L. James lo tergiversa. Nunca lo entendió. Ese mundo de las ataduras, pieles, fustas, se conoce ahora como BDSM.
El Diccionario del sexo y el erotismo lo consigna como “práctica sexual o relación de poder interpersonal no habitual en la que intervienen elementos relacionados con los ámbitos englobados en tres siglas encadenadas (BD ‘bondage y disciplina’, DS ‘dominación-sumisión’, y SM ‘sadomasoquismo’).
Por extensión, filosofía o estilo de vida basado en estas prácticas o relaciones”. Resulta que la primera regla para todo esto es que sea un acto voluntario y la práctica no tiene que contener violencia. Puede ser sólo la vestimenta, el roce de los objetos o la aplicación de la fuerza como lo admita o pida el sujetado.
Pero en Cincuenta sombras de Grey se pone al BDSM como un trauma de infancia. Lejos de ser una atmósfera para enriquecer la experiencia sexual se sataniza como un defecto de la personalidad. Christian Grey es en la actualidad un magnate pero fue un huérfano que padeció todos los males de la pobreza: hambre, violencia, ultraje. Es un hombre enfermo. Enorme falsedad. En su mayoría, quienes incurren en alguna práctica del BDSM lo hacen por creatividad, para restaurar al sexo su misterio y condición de suceso extraordinario.
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Fotografia: Domina Colette |
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Fotografia: Domina Colette |
Al final de la película Anastasia se va porque Grey la ha castigado con ocho azotes extremos en las nalgas por haber puesto en blanco los ojos. Algo infantil, absurdo. El BDSM no se utiliza para corregir conductas de la cotidianidad. Cincuenta sombras de Grey es lo contario a lo que dice su publicidad y su eje comercial: es un buen ejemplo de cómo no concebir a las ataduras, el sado y demás prácticas relativas.
Pese a todo, a sus equívocos, falsedades y obcecación, el éxito de mercadeo garantiza que habrá segunda y tercera parte, tal como ocurrió con la edición impresa…
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Fotografia: Domina Colette |
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