Deshumanización (II)

David Santiago Tovilla
10. Revista Número 283

Del 18 al 20 de mayo, la prensa internacional reprodujo, con amplitud, una nota que transciende su color rojo. En España, “El País”: “El crimen de un niño a manos de otros menores sacude México”; “ABC”: “El niño asesinado en México por cuatro adolescentes fue apedreado y ahogado”; “CNN”: “La muerte de un niño que jugaba al secuestro conmociona a Chihuahua”. AFP: “Niño fue asesinado, torturado y enterrado por un grupo de menores de edad”.

Otra vez la saña, la insensibilidad para matar animales y seres humanos del mismo modo. La violencia si no es extrema ya no satisface a quienes la ejercen. No basta ultimar, como se vio en Ayotzinapa: hay que extinguir. 

Ahora, en Chihuahua, a Cristopher, de seis años, lo vendaron, asfixiaron, apedrearon. Veintisiete puñaladas, extirpación de los ojos, entierro y confusión del hedor con un perro sacrificado por los mismos agresores un poco antes. Los autores del asesinato tienen entre once y quince años.

Antonio Linde Navas presentó la ponencia “La recepción de las imágenes de sufrimiento y muerte en la sociedad del espectáculo y sus efectos morales” en el Primer Congreso Internacional “La ética de la comunicación a comienzos del siglo XXI”. 

El avance de la crueldad, la erradicación de un valor humano como la compasión, la violencia como diversión, también tienen su estímulo en los medios. El académico de la Universidad de Málaga señala cuatro ejes: el sensacionalismo, la utilización estética de las imágenes del dolor, el impacto digital masivo de la morbosidad de la violencia, la explotación de la brutalidad por el cine.

            Linde plantea: “Actualmente es un problema el tratamiento sensacionalista, alarmista o frívolo, que convierte las imágenes del sufrimiento, violencia y muerte en entretenimiento. El mundo actual no es más cruel o violento que el de épocas pretéritas; sin embargo el aluvión de imágenes y videos al que los medios someten a los espectadores crean en éstos el sentimiento de que vivimos en un mundo caótico y desgraciado. Como ante muchas de esas desgracias no podemos hacer nada, nos defendemos con la indiferencia. La saturación de imágenes sensacionalistas, el culto al cambio por el cambio y el dinamismo cada vez más vertiginoso de las imágenes que sobre todo ha impuesto la televisión, dificultan la reflexión y la fijación de lo verdaderamente importante”.

Se vive en una sociedad “que tiene como objetivo la diversión permanente y a menudo las grabaciones en video se han convertido en un juego de exhibicionismo impúdico, vaciado de cualquier dimensión moral. De un tiempo a esta parte proliferan en Internet imágenes de borracheras, acoso escolar, peleas, actos de vandalismo o de violencia gratuita. Las personas que graban los consideran sólo un divertimento atrevido. Lo que es más grave: a veces, la agresión o el acto vandálico se realiza únicamente con el objetivo de ser grabado o difundido. Se trata de una banalización del sufrimiento, de la violencia, incompatible con un mínimo respeto a la dignidad humana. La banalización de la violencia y la exhibición del sufrimiento ajeno, en un entorno de ocio, como algo de lo que se puede disfrutar, sólo puede tener efectos muy negativos en la sociedad en general y en una de las partes más vulnerables de las misma, como son sus miembros más jóvenes”.


            En efecto, parte del problema es todo aquello que exacerba, motiva, exalta la violencia. Hoy, la vejación es parte del espectáculo mediático. Programas sabatinos y dominicales erigen su éxito en el atropello, la vulnerabilidad, la indefensión. Hay un canal de la televisión de paga, llamado “ID: Investigation Discovery”, cuya programación permanente consiste en casos de asesinatos, las distintas formas de hacerlo y las variadas formas de tratar de evitar que se conozca la verdad. Películas de tortura e inhumanidad como “Saw” pueden tener siete secuelas y hasta su capítulo final en 3D por la respuesta de taquilla. 

Puede, con facilidad, convertirse en un videojuego para garantizar al espectador ser partícipe directo de esa violencia desenfrenada, terrorífica. La corresponsabilidad en la deshumanización está por todos lados, a toda hora. Ojalá el sacrificio del pequeño Cristopher fuera, de verdad, una sacudida colectiva. Pero basta ver cómo los medios mexicanos dieron pronto vuelta a la página para regresar a las lucrativas notas electorales, cuando en los internacionales aún prevalece la indignación por este reciente asesinato en Chihuahua…