"El libro de Monelle" de Marcel Schwob


David Santiago Tovilla

Revista 10. Número 286

Grandes obras surgen de la melancolía. Marcel Schwob escribió un texto extraordinario para superar la muerte de su amada: una menor de oficio prostituta consumida por la tuberculosis.

El libro de Monelle es uno de esos raros libros articulados por la emoción. Es como haber logrado concentrar en él la totalidad de elementos vividos en la circunstancia. Homenaje, recreación, síntesis, examen. El peso de una circunstancia transmutada en letras indestructibles.

El libro de Monelle se constituye por tres bloques: “Palabras de Monelle”, “Las hermanas de Monelle” y “Monelle”. La primera es la más impactante, inolvidable. La segunda es un juego de vivencias entrelazadas con lecturas clásicas de infancia y adolescencia. La tercera son palabras para purificar de una presencia, dejar cada detalle presente y ausente en su sitio.

Así, el primer bloque debía titular todo el texto porque constituye un apartado especial. Su ritmo y construcción es diferente a todo lo que le sigue. Lo demás son narraciones. “Las palabras de Monelle” se plantea en una prosa poética vigorosa. En el supuesto discurso de la extinta se plantean temas esenciales: la destrucción, la formación, los dioses, los momentos, la vida y la muerte, las cosas muertas, las acciones, las palabras. 

Los admiradores del texto chino clásico “Tao Te Ching” con seguridad encontrarán ese modelo en la manera de exponer de Marcel Schwob. Sólo que las reflexiones no tienden a la contemplación si no a un ejercicio dialéctico, que incluye anverso y reverso.

Véanse algunas líneas de la versión de Jesús Munárriz, en la editorial Hiperión: “Monelle se calló y me miró: Yo he salido de la noche, dijo, y volveré a la noche. Porque también yo soy una niña prostituta. Volveré a la noche; porque es necesario que me pierdas, antes de que me encuentres. Y si me encuentras, volveré a escaparme de ti.  Tú mismo me encontrarás y yo misma me encontraré; y tú me perderás y yo me perderé. Porque yo soy la que se pierde apenas se encuentra. Porque todas las cosas son fugitivas; pero Monelle es la más fugitiva. Olvídame y te seré devuelta”.

O bien: “No te asombres de nada por su comparación con el recuerdo; asómbrate de todo por la novedad de su ignorancia. Asómbrate de todo; porque todas las cosas son diferentes en la vida y parecidas en la muerte. Construye en las diferencias; destruye en las similitudes. No te dirijas hacia las permanencias; no existen ni en la tierra ni en el cielo”.

Para situar el surgimiento de El libro de Monelle, hay que conseguir una película: Casa de tolerancia (L’Apollonide) de Bertrand Bonello. Las modernas herramientas tecnológicas permiten encontrar esta insuperable cinta sobre la dinámica de la prostitución en Francia, a finales del siglo XIX. 

Ese es el mundo en que Marcel Schwob inmortalizó a la ninfa Monelle, en 1894. La equivalente francesa de la muy popular Lolita de Vladimir Nabokov, de 1955.