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David Santiago Tovilla
Revista 10. Número 284
En las campañas políticas del mundo de hoy las propuestas no importan. Tampoco son significativas las ideologías. Los debates están de más puesto que sólo trasciende el morbo de las estocadas entre los adversarios. Sólo son un espectáculo.
Los contenidos son lo de menos. Los partidos políticos tardaron décadas en profesionalizar su comunicación. Tardarán otro rato en entender que los tradicionales manuales de campaña funcionaron hasta el siglo veinte. En la actualidad, el impacto en el electorado se genera con otros elementos. El anterior y el actual proceso electoral que está por concluir da enseñanzas sobre esto. Desde luego, aprende quien desea hacerlo. Los que no seguirán en la diatriba contra el árbitro, la legislación y demás.
Un clásico norteamericano: George Lakoff, plantea en su libro esencial No pienses en un elefante: “La gente no vota necesariamente por sus intereses. Votan por su identidad. Votan por sus valores. Votan por aquellos con quienes se identifican. Es posible que se identifiquen con sus intereses. Puede ocurrir. No es que la gente no se preocupe nunca por sus intereses. Pero votan por su identidad. Y si su identidad encaja con sus intereses votarán por eso. Es importante entender este punto.
"Es un grave error dar por supuesto que la gente vota siempre por sus intereses.” Por eso, aquel candidato presidencial que llegaba a los programas de cotilleo para hablar de temas banales pero que las mayorías consumen y forman parte de su identidad. Proporciona más identificación eso que la firma de un partido que dice “verdaderamente de izquierda”. La gente no discute ni discrimina entre el progresismo y el conservadurismo. Vicente Fox triunfó por ser el rancherote, sincerote, viril; por saber utilizar el lenguaje y los mensajes audiovisuales. Nada que ver con la corriente ideológica de su partido.
Francisco Misiego en su libro Neuromarketing político presenta una infografía que ilustra el fundamento de las campañas actuales. Desglosa:
1. Se basa en emociones y sentimientos, en lugar de lo racional y basado en argumentos.
2. Antes se trabajada con el análisis cuantitativo procedente de encuestas y sondeos; ahora, se prioriza lo cualitativo sin dejar de tomar en cuenta lo cuantitativo.
3. El lenguaje político era grandilocuente; hoy toma rasgos de cercanía para crear un vínculo emocional.
4. Con anterioridad, se promovía un debate ideológico; en este tiempo, basta con identificar las necesidades puntuales de la gente sin importar su sesgo y tomarlas como banderas concretas.
5. Antes se empleaban estrategias a corto plazo con el objetivo de ganar; hoy se trabaja a mediano plazo, con sustento en la visión y la esperanza.
6. En el ayer se buscaba el voto indeciso; hoy se procura el conocimiento y el entendimiento del electorado en su conjunto.
7. Antes se recomendaba recurrir a la rememoración de los buenos momentos del pasado; hoy se parte del realismo con la situación social y una prospectiva hacia el futuro.
8. Se promovía el miedo como estrategia frente al adversario; ahora se supera el miedo y se gira hacia la esperanza y el optimismo. Revísense las últimas encuestas difundidas de la elección actual y obsérvese qué partido es el de crecimiento significativo.
El resultado, por encima del cómo, indican que se está ante la presencia de las novedosas técnicas explicadas por el académico madrileño. Sí, en 2015, el uso del neuromarketing político hará la diferencia.
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