Deberes, lenidad (II)

Fotografía: Daniel Lo

David Santiago Tovilla

La reflexión recurrente está asociada con los límites. Hasta dónde algo es, deja de ser o empieza a tornarse en otro asunto. Como, por ejemplo, la mutación de un reclamo social hacia una entrada económica. La conversión de los bloqueos carreteros en paradas obligatorias que sólo pueden saltarse con el pago de la cuota establecida. 

Alguna vez, lo hicieron por razones auténticas y vieron que nada ocurrió. El tiempo que quisieron, al modo que impusieron. Lo repitieron, con mayor seguridad y eficiencia. Ahora, es recurrente con la venia de los representantes de la autoridad.
 
Como bien señala Agustín Basave, en su libro Mexicanidad y esquizofrenia. Los dos rostros del mexiJano, en la edición actualizada de 2011: “Me refiero a la exigencia de orden y la renuencia a que las autoridades lo impongan cuando hacerlo presupone el uso de la fuerza. Asentamientos humanos irregulares, no pago de servicios públicos, protestas que quebrantan la ley y afectan a terceros, todo es difícil de prevenir o castigar en un país alérgico a la legalidad como México. 

"En los últimos años de hegemonía priísta se pensaba que era un problema de legitimidad. Al PRI, se decía, le tiembla la mano cuando la aplicación de la ley implica el uso de la fuerza pública. Pero el despertar de la alternancia no solucionó el problema. 

"El PAN en la Presidencia y el PRD en los estados mostraron la misma reticencia a restablecer el orden cuando los que lo rompen se niegan a obedecer. Y es que los mexicanos padecemos estar atrapados entre la represión y la lenidad (blandura en exigir el cumplimiento de los deberes o en castigar las faltas). 

"O se aplastan con una brutalidad inadmisible los movimientos sociales, o se les deja hacer y deshacer el orden jurídico. Parecemos condenados a escoger entre la masacre de campesinos o la tolerancia ante grupos inconformes que sustituyen a las autoridades de una ciudad o de un estado”.

La permuta de la protesta a negocio torna incierta cualquier actividad en estados como Oaxaca. Es martes 14 de julio. A las once de la mañana, se ha avanzado hasta Tehuantepec. Un grupo se ha apostado en un extremo del puente de ferrocarril. 

El paso está impedido. Debe buscarse cómo cruzar en callejuelas en malas condiciones cómo llegar a un tramo de autopista. Se logra. Se avanza otra hora. Se recarga gasolina para no tener problema con las horas de subida del cerro hacia la capital oaxaqueña. Se avanza otro tanto. Se observan unos carros parados y una patrulla de la policía de caminos. 

Han llegado para obtener datos y se retiran “para informar”. Desaparecen. La fila empieza a crecer. Una hora después, algunos carros se mueven. Se acerca un muchacho a pedir dinero para gestionar el paso. Pero el bloqueo no está en una distancia próxima. Se marcha en sentido contrario al tapón. 

Los automóviles empiezan a rodar. Ahí está: un grupo armado con palos. Cada carro debe pagar cincuenta pesos para poder desviarse a una vereda que le sacará en otro tramo carretero. No es una opción: es una ruta forzosa. Dos bloqueos en un mismo día.

El jueves 16 de julio es el retorno. No puede decirse cuánto tiempo llevará. Se depende de otros. El sitio de la interrupción de hace dos días está libre. El segundo, también. Al llegar a Juchitán, el puente principal está bloqueado por piedras y unos cuantos triciclos. A un costado, hay unas personas que indican un caminito para salir delante de eso. 

Claro, siempre y cuando se pague una cuota para pasar. Se paga y empieza a transitarse entre lodo y monte. Al finalizar el tramo, otras piedras tapan la salida. Es una trampa. Para salir hay que pagar de nuevo o permanecer ahí. Nadie opta por lo segundo. 

A pagar otra vez. Queda la impresión que sólo es negocio entre los escasos bloqueadores y los “abrecamino”. Con seguridad, al final de la jornada, se repartirán la ganancia. Nadie llega. 

La ley son ellos, esos “grupos inconformes que sustituyen a las autoridades de una ciudad o de un estado” como dicen las líneas anteriores de Basave. El Estado ha renunciado a sus deberes. La lenidad se ha consolidado para entregar a los ciudadanos en manos de la anarquía...