Playboy: La equivocación de un ícono


David Santiago Tovilla
Revista 10. Número 306

De las noticias más comentadas de Octubre fue el anuncio de la revista Playboy de modificar sus criterios editoriales. Ahora, dicen, se centrarán en los artículos, en el contenido y eliminarán los desnudos totales que la convirtieron en un ícono, una referencia cultural ineludible.

Los editores dicen que experimentaron en su portal. Al eliminar los desnudos, se registraron más visitas, aseguran. Es un punto de vista porque la razón de ser del concepto Playboy no puede ser su propio vencedor. La discusión no debería centrarse en desnudez o no. En efecto, ahora, quien desee ver desnudos enciende su computadora y encuentra lo que quiere, a la hora que lo decide. Con mayor razón es un tema accesorio y no central como lo quieren convertir. 

El problema de la publicación, desde hace años, es su falta de transformación editorial en general para ser más digerible y convertirse en una herramienta para la cotidianidad. Los editores de Playboy, por lo que se ve, piensa en competir con Vogue: una revista miscelánea para el consumo en donde vienen textos muy buenos pero extensos en extremo. La revista del conejito debiera ver pero hacia su competencia: otras revistas de las llamadas “para caballeros”.


Desde hace muchos años, antes que internet, Playboy perdió su hegemonía frente a otras revistas. Por ejemplo, está el caso de GQ. Sus versiones norteamericana, española y mexicana, son de alto consumo. Es una publicación con suscripciones consolidadas. ¿Cuál es su éxito? Hablar en concreto. Proporcionar muchos temas útiles para la vida cotidiana. 

Hacer que el lector se quede con la información desde su impacto visual. Equilibrar lo pasajero con lo trascendente. Plantearse una perspectiva global también en las chicas de sus portadas. Por ejemplo, GQes la única que ha traído en su portada a Sara Sampaio, la nueva estrella del modelaje internacional. En suma, hacer una publicación que si el lector se la pierde un mes, sienta o perciba que le falta algo; aún más asuma perdió más que un ejemplar: se desconectó de algo. 

Eso ocurre con GQ y es algo que no pasa con Playboy. La histórica revista de las conejitas se compra cuando viene algo que llama la atención: una personalidad, una encuesta, o cualquier asunto especial. Esto es: no se compra con los ojos cerrados para consumir lo que venga, sino que se adquiere porque algo en particular interesa. Así que, no es la extinción de los desnudos lo que van a devolverle su público sino dar el paso para ser una de las revistas que le rebasaron sin que nada hiciera. Al contrario, la desnudez era parte de su identidad que debía conservar, como han dicho con atinada razón los editores de la edición mexicana que se rebelaron contra la nueva línea desabrida de los estadounidenses.

La equivocación de Playboy se confirma al no querer ver el exitoso regreso de la revista francesa Lui. Desapareció en los noventa y reapareció hace dos años. Su éxito fue inmediato y se ha mantenido. El mes de octubre su portada fue para Naomi Campbell. Su portada con el desnudo de Kate Moss es de lo que más comentado. Ahí esta el ejemplo, pero Playboy prefiere negarse a sí misma a ver lo obvio. Es una lástima porque, en su caída, se pierde un ícono de la cultura contemporánea.