Amy (La mujer detrás del nombre)


David Santiago Tovilla

En Noviembre, el documental Amy (La mujer detrás del nombre) se exhibió en las salas cinematográficas comerciales. La banda original de la película ya se encuentra, en venta, en las tiendas discográficas. 

No tardará mucho en que la versión en soportes domésticos se ofrezca por doquier. Pero no hay que esforzarse por verla o conseguirla: sólo se trata de una larga reiteración de todo lo ya conocido sobre la fallecida Amy Winehouse. 

Aunque el director, Asif Kapadia, dispuso de material audiovisual privilegiado el problema es que siguió la narrativa de los programas amarillistas de espectáculos. Es como un resumen de todo lo dicho hasta el cansancio, en todos los tonos, desde todos los medios. No hay una perspectiva original que le aparte de los lugares comunes, ni que le sitúe como un contenido de relevancia. El documental de Kapadia se inscribirá en lo que se supone denuncia: la explotación económica de un talento. Amy vende. Ha vendido mucho después de muerta. Es una manera de lucrar con un nombre, una vida, el morbo.

Amy (La mujer detrás del nombre) es incapaz de anotar el mínimo de elementos que le den equilibrio a la historia de Amy Winehouse. Sí, hubo una serie de problemas personales, adicciones y uso que se convirtieron en una tornado de destrucción indetenible. Al final es lo que el amarillismo destacó y, por lo visto, insiste en aprovechar. 

Esa imagen lastimera, decadente, negativa, prevalece. Amy se asocia con falta de autoestima, la entrega a un amor no correspondido, la máquina familiar de hacer dinero, la carencia de proyecto de vida, la renuncia a cualquier realización. El fondo: las virtudes musicales de la chica, son minimizadas. El hecho que, con sólo dos álbumes, Winehouse pasó a la historia de la música es algo accesorio para este documental. Lo que le importa es pura laceración post mórtem. 

Pero Amy es y será el nombre para alguien que tuvo el privilegio de poseer un tono de voz infrecuente: el contralto, que, como señala la referencia básica: “sólo un dos por ciento de las mujeres en el mundo tienen”. Como no interesa lo musical, no se agregan entrevistas, por ejemplo, con sus músicos. 

Ahí está Zalon Thompson, su corista en el multipremiado disco Back to Black , quien dice para el sitio musical Pelagatos: “Amy era una persona muy especial y talentosa, y sin duda, una de las artistas más honestas que he conocido. 

"En una época yo hacía música sólo para impresionar a la gente pero ella me ayudó a hacer música que realmente me apasione. Comencé a crear música a través de mis sentimientos y no de mis pensamientos. Ahí me di cuenta que la gente empezó a conectar más con la música que hacía. Agradezco mucho esto”. La gente de calidad detrás de Amy ha continuado su vida musical porque, en efecto, con ella había música al margen de sus rasgos de personalidad.

Así que quien quiera acercarse a Amy Winehouse sin morbosidad, para disfrutar su magnífica voz, grandiosa música y memorable concierto, deberá volver a poner el DVD: I Told You I Was Trouble. Amy Winehouse Live In London, de 2007. 

Ahí está esa voz sin estridencias, esos momentos de interacción con una majestuosa banda de jazzistas de color. Nada que ver con el documental de 2015, erigido sobre el amarillismo: Amy (La mujer detrás del nombre).