Star Wars 2015

Anastasya Zelenova & Alice Nevermind

David Tovilla

Revista 10. Número 314

La mayor aportación del episodio VII de Star Wars, “El despertar de la fuerza”, es que obliga a ver, de nuevo, toda la saga. Por fortuna, la tecnología permite apreciar todos los episodios en alta definición, sonido envolvente y tercera dimensión. No es lo mismo haber visto fragmentos recurrentes en la televisión abierta, que darse a la tarea de observar la totalidad del trabajo concebido por George Lucas.
El nuevo episodio sólo recurre a la nostalgia, la repetición. 

Tal parece que el guionista original expuso todo lo que deseaba en seis capítulos. Todos los misterios se revelaron. Las pruebas a someter a algunos personajes fueron aplicadas y resueltas. Los guías concluyeron su ciclo. Uno de los villanos cinematográficos más conocidos de la historia del cine fue eliminado. ¿Qué puede seguir? Sólo: inventar nuevos personajes para montar sobre ellos una narrativa que repite los esquemas de las películas anteriores; reutilizar protagonistas hacia quienes el público tiene afecto; filmar escenarios semejantes, las mismas armas. Casi un producto mosaico para quienes añoran la llamada guerra de las galaxias y generar nuevos seguidores que sólo tengan en su consumo la nueva cinta.

Congruente con la época actual, “El despertar de la fuerza” es más una película de acción. Atrás quedó un trasfondo filosófico, universal. La disyuntiva entre lo bueno y lo malo. La permanente atracción hacia la maldad y la sistemática educación para crecer en valores como la bondad. Frases como aquella del maestro Yoda: “El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira. La ira lleva al odio. El odio lleva al sufrimiento”, aplicables a la vida cotidiana. 

La grandeza de Star Wars está en su originalidad, su veracidad. Aunque es ciencia ficción, no plantea fantasías, absurdos, banalidades. En todo momento, hay alusión a aspectos relacionados con la humanidad: amor, odio, compasión, decisiones; proyecciones, reminiscencias históricas: ahí está la presencia del imperio, la república, el senado; instituciones aún cuando se trata de mundos, planetas, galaxias. Es decir, son asuntos concretos, asibles, creíbles.

Camille Paglia, entrevistada por Ángel Jaramillo, para el número de noviembre de 2015 de la revista Letras libres, comenta en torno a los episodios I-VI: “No hay en el panorama actual un artista capaz de ensamblar una escena tan bien musicalizada en la que se instrumenta una pasión tempestuosa entre el amor y el odio en un escenario visual apocalíptico. Es una gran ópera. La habilidad de George Lucas para tocar las emociones de una gran cantidad de personas contrasta con la incapacidad de los artistas contemporáneos. Tal vez Lucas es el artista más influyente en el mundo desde Warhol”.

Aunque el nuevo episodio introduce códigos para generar expectativas, queda la impresión de algo ya visto porque similar fue lo que ocurrió con los padres, los abuelos. Esto no sucedía con las seis tramas anteriores porque constituían una idea completa, integral. “El despertar de la fuerza” y sus siguientes partes a estrenarse en años próximos serán vista por millones y es necesario hacerlo, pero más obligado es destinar tiempo a ver, ahora, esas verdaderas joyas que son las dos trilogías anteriores.