David Santiago Tovilla
Revista 10. Número 316
El 22 de diciembre de 1965 se proyectó, por primera vez, la pelÃcula “Doctor Zhivago” de David Lean. Su cincuentenario quedó opacado ante la omnipresencia decembrina del estreno del episodio VII de Star Wars.
La recomendación es similar: buscar el formato más actual para apreciarla mejor: blu ray, 3D, sonido 5.1. Lo ideal serÃa que estos aniversarios animaran a las grandes cadenas cinematográficas a colocarlas en la pantalla. Tal como hizo Cinemex, durante 2014, cuando exhibió un bloque de cintas con la denominación “Regresan los clásicos”.
Entonces, en la comodidad, intimidad y tecnologÃa de las salas actuales, pudieron verse tÃtulos como Taxi Driver, Casablanca o Vaselina. Ante esa imposibilidad, hay que buscar una edición de Doctor Zhivago, realizada en 2010, que incluye hasta el disco compacto con la música original de la pelÃcula. Es vital apreciar cada producto lo más cercano a lo que deseó transmitir el creador.
Los acordes en una melodÃa, los emplazamientos de cámara, colores y paisajes en una cinta, pueden percibirse mejor en relación con la calidad de su medio de reproducción. Hoy es posible, llevar a casa la experiencia cinematográfica con esa calidad.
Volver a admirar Doctor Zhivago es recordar los momentos de las grandes realizaciones cinematográficas con sets verdaderos de pueblos transformados, cientos de extras, orquesta para musicalizar y el tiempo apropiado para exponer una historia. La cinta de Lean dura doscientos minutos: tres hora y media, en promedio.
Eso ya se impide en la actualidad: Lars Von Trier, en 2013, tuvo que partir su filme Nymphomaniac en dos partes de dos horas cada una. Con el agravante de que cada una se estrenó con meses de diferencia. El director tuvo que explicar por doquier que se trataba de una sola pelÃcula, en dos partes, porque los distribuidores se negaron a conservar sus cuatro horas de duración.
Doctor Zhivago, a cincuenta años, mantiene sus lecciones: cómo puede hablarse de historia y polÃtica sin diatribas, irascibilidad, obnubilación; para escoger el lenguaje de la vida, el amor, la sensibilidad, la dignidad. Más importante es el punto de vista humano. Resaltado desde cada uno de los significantes plásticos y lingüÃsticos con que se erige la grandeza del filme.
SÃ, la novela de Boris Pasternak que da sustento al filme habla de ello, pero la virtud del director es haber colocado los detalles suficientes para transmitir emociones. Es inusual encontrar una cinta, aún contemporánea, en donde las miradas de los protagonistas formen parte de su ejes definitorios.
La vigencia de Doctor Zhivago es por su capacidad de exponer lo inhumano de un régimen que se escudaba en un discurso del “pueblo” o la “revolución” para imponer personajes con intereses más que perfiles y hasta reciclar patanes como aliados del poder.
Fuera de los majestuosos nevados rusos, la pelÃcula es aplicable a cualquier lugar del mundo en donde los hipócritas populistas actúen: ahà está Maduro, en Venezuela; Morales, en Bolivia; también están otras experiencias más cercanas.
La monumental pelÃcula Doctor Zhivago, de David Lean, merece verse, una vez más; recordarla si se ha olvidado o conocerla si aún es un pendiente.
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