Antihéroes del siglo XXI

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David Santiago Tovilla

Revista 10. Número 320

El escape del siglo
se titula la película que empezó a circular en el mes de enero. Se ofrece como novedad en los puestos de cintas copiadas. Dice tratarse de la recreación de la fuga de la fuga más conocida en el mundo, en 2015, de una cárcel de máxima seguridad en México. 

En realidad ¿puede decirse algo más después de cientos de horas en todos los medios de comunicación, con multitud de detalles y visitas al túnel de escape? No parece. Lo que sí se perfila es la inercia de la celebración. ¿Cómo puede llamarse el escape de un siglo que aún le faltan ochenta y cinco años? 

¿Cómo le denominarían al hecho, si volviera a realizarlo, ahora, en circunstancias de mayor adversidad para el personaje? No son cuestionamientos que se hacen porque el material se enlista en aquellos que contribuyen a erigir, esculpir, la leyenda.

El 23 de enero, Mario Vargas Llosa, en su artículo “Circo y periodismo”, inscribió en esa lista a la multicitada entrevista de Sean Penn: “una exhibición de egolatría desenfrenada y payasa y, para colmo, desbordante de simpatía y comprensión hacia el multimillonario y despiadado criminal”. Líneas a modo, como aquellos que entrevistan a personajes para que hablen de lo que fue la Revolución Cubana pero sin interrogarlos sobre la Cuba de la actualidad.

Aquí, surge la reflexión sobre la abundancia de series sobre las leyendas del narco. El señor de los cielos tendrá este año su cuarta temporada y han anunciado dos más. Si bien, la serie producida por Argos refleja muy bien todo el entramado de corrupción internacional que sustenta, prohíja, las actividades ilícitas, al final se genera una empatía con el personaje Aurelio Casillas y su entorno familiar. No importan sus métodos, decisiones, porque él es todo. 

El público que sigue la serie es de todos los estratos sociales y actividades laborales. Ahora, el producto estrella del mercado de consumo son los antivalores y, en consecuencia, el antihéroe, que la Real Academia Española define como “Personaje destacado o protagonista de una obra de ficción cuyas características y comportamientos no corresponden a los del héroe tradicional”. Ése que explica muy bien Carlota West Colin, desde la Universidad de Sevilla: “No solo se trata de un personaje incapaz de crear indiferencia, sino que el poder de atracción del antihéroe supera los límites del agrado, pudiendo incluso llegar a generar una especie de enamoramiento inconsciente en el espectador. 

De forma similar a lo que ocurre cuando leemos un libro, es curiosa la capacidad que tiene la ficción audiovisual para atrapar por completo al que la contempla; de abducir a aquel frente a la pantalla hasta el punto de abandonarse a sí mismo para, durante unas horas, convertirse en otra persona. 

Las Ciencias de la Psicología, del mismo modo, encuentran en este fenómeno un interesante objeto de estudio y por ello, las ramas especializadas en la comunicación se han encargado de ahondar en ello. ¿Qué hay en los personajes que despierta tal fascinación? O más bien, ¿Qué puede ocurrir dentro de nuestra mente para llegar a amar a un personaje tan aparentemente poco deseable?

También Natalia Marcos, lo detalló a la perfección en un artículo para revistaV: “La nueva edad de oro de la televisión también es la era del antihéroe. El hombre con problemas es el protagonista prototipo de esta era televisiva. Seres con una moralidad cuanto menos flexible para los que el fin justifica cualquier tipo de medio y dispuestos a lo que sea con tal de conseguir su objetivo. 

"Sus decisiones no siempre son las más adecuadas, y eso hará que tengan que soportar sobre ellos sus consecuencias. Y también por eso los sentimos más cercanos que los héroes al uso: nosotros también tomamos constantemente malas decisiones. Ellos han hecho posible que en las historias creadas para la pequeña pantalla nada sea blanco o negro, sino que lo que predominen sean diferentes tonalidades de gris. 

"Han conseguido que, a pesar de saber que son seres despreciables, los espectadores se hayan sorprendido sintiéndose identificados con asesinos, torturadores, traficantes, mafiosos y mentirosos compulsivos. ¿Y si es que todos tenemos en nuestro interior un antihéroe encerrado y las series solo nos lo ponen delante de nosotros?”

Y más. María Alesandra Pámanes, en Reporte Índigo considera que la proliferación de los materiales audiovisuales constituyen un nuevo cartel de antihéroes que penetra en los hogares, a partir de lo que denomina NarcoTV. 

En efecto, son parte de las preguntas que deben realizarse: ¿qué deja el consumo de una serie y otra cuyos contenidos son: violencia, actos delictivos, deshumanización, dinero fácil, despilfarro? ¿Esos antihéroes del siglo XXI, en México, contribuyen a generar un equivocado modelo aspiracional?...