Spotlight


David Santiago Tovilla

Revista 10. Número 325

Una vez conocida la premiación anual de los óscares, las cadenas de proyección cinematográfica, tuvieron el tino de reprogramar algunas de las ganadoras. 

Así, en el mes de marzo, aún existen algunas escasas proyecciones de las cintas galardonadas. La película del mexicano Alejandro González Iñárritu, El renacido ocupó varias salas. El largometraje a mejor película, Spotlight o En primera plana regresó a parcos sitios y horarios.

Así, todo indica que la cinta premiada con el máximo galardón no fue vista con suficiencia en México. Lo importante es que, ahora, su rentabilidad en los circuitos comerciales caseros será mayor. 

No tarda en que Spotlight llegue en Blu-ray y a las opciones de cine bajo demanda, en línea. Es necesario porque no siempre los criterios de la Academia del cine norteamericano son acertados en sus premiaciones. Recuérdese ese fiasco, de 2014, llamado 12 años de esclavitud. 

La crítica a ese filme puede leerse en el número 222 de Revista 10. En el caso de la edición 2016, el reconocimiento es más que meritorio. Es una de esas películas que erigen su sitio por veracidad, oportunidad, valentía, equilibrio. Sí, Spotlight tiene muchas virtudes, por lo que merece conseguirse y verse.

El tema es el abuso sexual infantil como una práctica usual en la iglesia católica. Más allá de que esté de moda, lo notable es el modo en que se aborda en el filme. No es un asunto melodramático. Tampoco es la visión lastimera o el chantaje. Todo se aborda desde un caso real de una indagación periodística hecha por un periódico de Boston. 

Por ello, en todo momento, no se da un seguimiento morboso sino noticioso. Se detalla el proceso de investigación y cómo emerge la verdad. Entonces, encontrar una versión atenta, objetiva, contundente, sin que contenga rasgos de amarillismo, escarnio o moralina hace a Spotlight algo diferente, grandiosa.

Spotlight no necesita recurrir a ningún artificio y se dedica a manejar el tema de manera profesional. Suelta los elementos necesarios cuando debe hacerlo. No hay escándalo: todo es información. Por eso, se pasa de casos aislados a una situación de ochenta acusados que convierte a la práctica en algo más que una “práctica irregular”. 

La película tampoco califica, condena, pontifica: muestra respuestas y actuaciones de eclesiásticos con autoridad que conocieron los hechos pero nada hicieron. Más allá de la profesión de cualquier persona los delitos son tales y quienes los cometen debieran responder por ellos. Sin distinción.

Además, la película invita a replantear la discusión. Es, también, un abuso de poder; la iglesia les da un poder social. El otro ángulo es la agresión espiritual, el uso de la fe para proceder y el conflicto con ella a partir de los sucesos. Otros elementos para el debate.

Para plantear un problema no se necesita perder la compostura. La seriedad es suficiente. Son los hechos quienes hablan, acusan, señalan. Y después que ha mostrado lo hecho y no, Spotlight llena su cuadro con una enumeración de casos en el continente que forman este expediente vergonzoso pero que, por lo que se aprecia, llegó a ser un patrón de conducta.

Qué manera de consolidar su veracidad. El 10 de marzo, el diario argentino Mdz publicó los siete casos concretos ocurridos en Argentina enlistados en la película. Varios de ellos con penas de quince a veinte años de prisión. Así de consistente es la cinta.

Por ello, a la menor oportunidad, hay que ver Spotlight. Será por siempre una película señera, en el tema, por la forma y el fondo.