Desierto, película de Jonás Cuarón, tuvo el logro de ocupar importantes horarios y salas en su lanzamiento. No siempre ocurre. Las películas mexicanas deben buscarse. No entran en competencia con todo el cine de evasión que inunda, por semanas, la cartelera. Quizá por tratarse del hijo de un ganador del Óscar, esta cinta pudo llegar, en verdad, al público.
Una película debe estar ahí, como opción, como elegible al momento de la decisión de ingresar a una sala. Si no es así, si no representa una opción a elegir no puede valorarse su éxito real. Hay películas que muchas personas sólo han escuchado de referencia por la falta de oportunidad para exhibirse. Así que, sin problema de comercialización, Desierto llega a su segunda semana de proyección. Se mantiene. Y, desde luego, de manera progresiva, los horarios disminuyen.
En una primera aproximación, pareciera tratarse de otra película con el tema de la migración hacia Estados Unidos. En 2014, una cinta con una temática similar: La jaula de oro, ganó la máxima categoría de los Premios Ariel, el mayor reconocimiento nacional. Por eso debe decirse que aunque ese es su motivo, Desierto no se queda en él. Ambas películas coinciden en la veracidad. Sueño y realidad son expuestos. Esa dupla incluye la ausencia de final feliz para todos quienes son partícipes del fenómeno migratorio.
En una primera aproximación, pareciera tratarse de otra película con el tema de la migración hacia Estados Unidos. En 2014, una cinta con una temática similar: La jaula de oro, ganó la máxima categoría de los Premios Ariel, el mayor reconocimiento nacional. Por eso debe decirse que aunque ese es su motivo, Desierto no se queda en él. Ambas películas coinciden en la veracidad. Sueño y realidad son expuestos. Esa dupla incluye la ausencia de final feliz para todos quienes son partícipes del fenómeno migratorio.
La jaula casi es un documental que consigna origen, peripecias y destino. Es un trabajo completo para asumir la perspectiva dentro del problema. Es algo más social. Apela al lado humano. En el trabajo de Jonás Cuarón no hay que detenerse en el fondo temático para apropiarse de ella. El mérito está en su construcción como una película de suspenso. Esto es lo que mantiene al espectador atento, inmerso, atrapado.
Desierto apenas da el contexto de los hechos, en los primeros minutos. Después, jala hacia el desarrollo. No se detiene a ver detalles accesorios. Se da seguimiento a la evolución de los acontecimientos, sin pausa o respiro para el público. Hay una persecución inmisericorde, obsesiva, enfermiza que ocupa todo el tiempo. Apenas se recuerda la introducción y el desenlace. Lo central son esos minutos dedicados a mover a través del sobresalto y la desesperación. En ese rubro es en donde hay que considerar y evaluar a Desierto. Ahí, resulta vencedora, porque logra ser una apuesta diferente frente a un tema recurrente.
Ahora, el sustento del suspenso no es la ficción sino la combinación de adversidades que, se sabe, por múltiples informaciones, viven quienes se aventuran a transitar por el paisaje bioclimático llamado desierto.
Ser un thriller u obra cinematográfica que suscita expectación ansiosa por conocer el desenlace -según la Real Academia Española- no impide las alusiones a valores y antivalores. Porque la ceguera agresora es la misma motivación irracional; toda persecución con la alevosía del poder es condenable; la impunidad es el alimento para más crímenes. Aún hay oportunidad de ver, en el cine, a Desierto de Jonás Cuarón. Diferente, intensa.
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