Isela Vega

DAVID SANTIAGO TOVILLA

La entrega de los Arieles, la fiesta nacional del cine se realiza este martes 11 de julio. Por desgracia, es una ceremonia que cada vez se queda como un asunto de especialistas porque carece de canales de salida. En esta ocasión, ni el canal 11 lo transmitirá. Así que sólo quedará el seguimiento en el mundo digital.


Los datos relevantes para la edición 59 del premio otorgado por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, a celebrarse en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México, son:
  • Por su trayectoria en el cine nacional, se otorgará el Ariel de Oro a Lucero Isaa, directora de arte y a Isela Vega, actriz.
  • Por mejor película compiten: Bellas de noche, de María José Cuevas; Desde allá, de Lorenzo Vigas; Desierto, de Jonás Cuarón; La 4ª compañía de Amir Galván y Mitzi Vanessa Arreola; Me estás matando Susana de Roberto Sneider; Tempestad de Tatiana Huezo; y El sueño del Mara’akame, de Federico Cecchetti.
  • Destaca la nominación de tres producciones en diversas categorías: veinte postulaciones para La 4ª compañía; doce para El sueño del Mara’akame.

El Ariel de Oro para Isela Vega ha recibido el respaldo unánime porque es una actriz que no se quedó en una época específica y ha mantenido su actividad en el cine. En el año 2000 obtuvo el galardón como mejor actriz por su actuación en La ley de Herodes. No ha dejado de hacer cine hasta el 2016 y tiene proyectos televisivos en la actualidad.


Es memorable el capítulo que le dedicó Carlos Monsiváis, en su libro Amor perdido, de 1977. En “¡Viva México hijos de la decencia!” documenta:

"Habla Isela Vega:

"La experiencia de recorrer el país ha sido padrísima. Ha habido de todo. En Puebla o en Saltillo varias parejas como de la Liga de la Decencia se salieron ruidosamente protestando. En Cuernavaca un grupo de viejas sacó unos volantes prohibiéndole a sus maridos que fueran a verme dizque porque yo era un puro “objeto sexual”. Sí chula. Un cuate me gritó: “¡A esa vieja le queda chica la carpa y el país!” Otro, que ya iba hasta el gorro, fue una lata bien bonita. Se levantaba a cada rato y suspiraba: “¡Qué linda mi vieja, pero qué chula!” Y la Raza le silbaba. Hasta que le dije: “Ya ven cabrones. Me insultan y ustedes aplauden. Pero no pueden ver que un caballero me elogie, porque se sueltan con sus pinches chiflidos.” Otro día andaban rebroncos, hasta que les dije: “Les doy dos minutos para que me griten lo que les dé la gana.” No me bajaron de “¡PUTA!” y “¡CELESTINA!”, eran porras en serio…


"Ahora que lo más pesado fue en Tuxtla Gutiérrez en un festival de beneficencia para los damnificados del temblor. La cosa anduvo mal desde el principio porque las entradas costaban cincuenta pesos y la Raza no tenía lana. En un auditorio grandísimo improvisaron una tarima, la acústica estaba del carajo, todo parecía uno de esos festivales de beneficencia en donde la primera caridad es ahorrarle al público la voz de los cantantes. A la entrada había muchos grupos a nivel desmadre, de secundaria, de prepa, de la universidad. Se inició el Festival y la Raza bien caliente, a nivel masturbatorio. El organizador quiso hablar y les pidió silencio y los insultó por bárbaros y por la imagen que estaban dando de Chiapas. Que todo Chiapas es México, que la madre. Uta… arreció la silbiza. Le aventaron algo durísimo, una piedra a lo mejor, que le dejó la boca como pitaya. Me fue a ver al dizque camerino y me advirtió: “Isela, no te respondo de nada. Son unos salvajes.” Va a ser peor si no salgo, le repliqué, capaz que incendian el changarro. Vamos de una vez al truene.


"Le tocaba cantar a Amparo Montes y Paco Sañudo describe muy bien cómo del camerino a la tarima nunca tocó el suelo la chaparrita, parecía virgen flotadora. Ella les había dicho a los músicos: “Cuando diga Tapachula tres veces, ahí le cortan.” Y desde el camerino oíamos “Tapachula, Tapachula, Tapachula, Tapachuuuuulaaa” como cincuenta veces. Los músicos ni la pelaban con el ruiderío. Sólo escuchaba un rugido cada vez más grueso. El guitarrista que me iba a acompañar unas canciones estaba muy nervioso. Yo intenté apaciguarlo: “Cálmate, maestro, en peores me he visto.” 

"Le eché valor y dos que tres farolazos al asunto. Como pude, me trepé a la tarima y quise arrancarme bailando “La Negra”. Yo traía esa vez una especie de combinación ranchera muy mamona y unas botas verdes. La Raza estaba amontonada alrededor del templete. Y que llego y que empieza la invasión de Mongo. Que suben y siguen subiendo los hijos de la chingada. De repente empezó el derrumbadero, la feria del costalazo, cuerpo contra cuerpo y chingue su madre el que se voltee, caían en blandito, sobre los demás. A los músicos los sacaron del escenario, les hicieron mierda los instrumentos. ¡Rájale! Yo me quise ir a un rincón pero era inútil y de pronto me vine a encontrar ya entre las sillas."


Me dije “Ora sí, píntate, Iselita como puedas” pero ni esperanza. Me seguía una bola y yo me caía y me levantaba y me destrozaron toda la ropa, como que les daba más ánimo el sonido de cada jalón. ‘Ta Madre! Sólo el Chato y Burgueño me defendían: “¡Déjenla cabrones! ¡Saqúense!” Se abrían las braguetas, alborozados por dentro y por fuera y se me lanzaban a nivel de firmes. Y en el camino se iban quitando unos a otros. Eso sí que fue un intento de violación colectiva. Ni a la Malinche, me cae. El Chato me dice, yo de plano no recuerdo, que uno me besaba las chichis furioso con un hijo de la chingada look muy grueso. Hasta entonces llegaron los granaderos. 

"Te juro que los oí como si fuera el llanero solitario al frente de la caballería. Claritito escuché las trompetas salvadoras. Yo estaba completamente desnuda, excepto las botas. El Chato me prestó una camisa y otro cuate un suéter. Salí protegida entre los granaderos mentándoles la madre: “Pinches cabrones, así serán buenos.” Nunca la he visto tan fea. Detuvieron como a quince chavos. Les llevé tortas y le pedí al gobernador que los soltara. No era justo. En estas cosas nunca agarran a los principales responsables. ¿Y quién va a saber nunca quiénes fueron? La vi de la real chingada. Una amiga gringa, Kathy, vio a un músico sosteniendo los restos de su guitarra. Dice que murmuraba: “¿Y ahora cómo toco Las mañanitas?”


Isela Vega sobrevivió a todos y a todas. “Vulgar, lépera e irrespetuosa” le dijo Lyn May en su momento. Aquí va, en 2017, con dignidad, plenitud y orgullo a recibir el máximo galardón que otorga la industria cinematográfica nacional…