DAVID SANTIAGO TOVILLA
La entrega de los Arieles, la fiesta nacional del cine se realiza este martes 11 de julio. Por desgracia, es una ceremonia que cada vez se queda como un asunto de especialistas porque carece de canales de salida. En esta ocasión, ni el canal 11 lo transmitirá. Asà que sólo quedará el seguimiento en el mundo digital.
- Por su trayectoria en el cine nacional, se otorgará el Ariel de Oro a Lucero Isaa, directora de arte y a Isela Vega, actriz.
- Por mejor pelÃcula compiten: Bellas de noche, de MarÃa José Cuevas; Desde allá, de Lorenzo Vigas; Desierto, de Jonás Cuarón; La 4ª compañÃa de Amir Galván y Mitzi Vanessa Arreola; Me estás matando Susana de Roberto Sneider; Tempestad de Tatiana Huezo; y El sueño del Mara’akame, de Federico Cecchetti.
- Destaca la nominación de tres producciones en diversas categorÃas: veinte postulaciones para La 4ª compañÃa; doce para El sueño del Mara’akame.
Es memorable el capÃtulo que le dedicó Carlos Monsiváis, en su libro Amor perdido, de 1977. En “¡Viva México hijos de la decencia!” documenta:
"Habla Isela Vega:
"La experiencia de recorrer el paÃs ha sido padrÃsima. Ha habido de todo. En Puebla o en Saltillo varias parejas como de la Liga de la Decencia se salieron ruidosamente protestando. En Cuernavaca un grupo de viejas sacó unos volantes prohibiéndole a sus maridos que fueran a verme dizque porque yo era un puro “objeto sexual”. Sà chula. Un cuate me gritó: “¡A esa vieja le queda chica la carpa y el paÃs!” Otro, que ya iba hasta el gorro, fue una lata bien bonita. Se levantaba a cada rato y suspiraba: “¡Qué linda mi vieja, pero qué chula!” Y la Raza le silbaba. Hasta que le dije: “Ya ven cabrones. Me insultan y ustedes aplauden. Pero no pueden ver que un caballero me elogie, porque se sueltan con sus pinches chiflidos.” Otro dÃa andaban rebroncos, hasta que les dije: “Les doy dos minutos para que me griten lo que les dé la gana.” No me bajaron de “¡PUTA!” y “¡CELESTINA!”, eran porras en serio…
"Ahora que lo más pesado fue en Tuxtla Gutiérrez en un festival de beneficencia para los damnificados del temblor. La cosa anduvo mal desde el principio porque las entradas costaban cincuenta pesos y la Raza no tenÃa lana. En un auditorio grandÃsimo improvisaron una tarima, la acústica estaba del carajo, todo parecÃa uno de esos festivales de beneficencia en donde la primera caridad es ahorrarle al público la voz de los cantantes. A la entrada habÃa muchos grupos a nivel desmadre, de secundaria, de prepa, de la universidad. Se inició el Festival y la Raza bien caliente, a nivel masturbatorio. El organizador quiso hablar y les pidió silencio y los insultó por bárbaros y por la imagen que estaban dando de Chiapas. Que todo Chiapas es México, que la madre. Uta… arreció la silbiza. Le aventaron algo durÃsimo, una piedra a lo mejor, que le dejó la boca como pitaya. Me fue a ver al dizque camerino y me advirtió: “Isela, no te respondo de nada. Son unos salvajes.” Va a ser peor si no salgo, le repliqué, capaz que incendian el changarro. Vamos de una vez al truene.
"Le eché valor y dos que tres farolazos al asunto. Como pude, me trepé a la tarima y quise arrancarme bailando “La Negra”. Yo traÃa esa vez una especie de combinación ranchera muy mamona y unas botas verdes. La Raza estaba amontonada alrededor del templete. Y que llego y que empieza la invasión de Mongo. Que suben y siguen subiendo los hijos de la chingada. De repente empezó el derrumbadero, la feria del costalazo, cuerpo contra cuerpo y chingue su madre el que se voltee, caÃan en blandito, sobre los demás. A los músicos los sacaron del escenario, les hicieron mierda los instrumentos. ¡Rájale! Yo me quise ir a un rincón pero era inútil y de pronto me vine a encontrar ya entre las sillas."
"Te juro que los oà como si fuera el llanero solitario al frente de la caballerÃa. Claritito escuché las trompetas salvadoras. Yo estaba completamente desnuda, excepto las botas. El Chato me prestó una camisa y otro cuate un suéter. Salà protegida entre los granaderos mentándoles la madre: “Pinches cabrones, asà serán buenos.” Nunca la he visto tan fea. Detuvieron como a quince chavos. Les llevé tortas y le pedà al gobernador que los soltara. No era justo. En estas cosas nunca agarran a los principales responsables. ¿Y quién va a saber nunca quiénes fueron? La vi de la real chingada. Una amiga gringa, Kathy, vio a un músico sosteniendo los restos de su guitarra. Dice que murmuraba: “¿Y ahora cómo toco Las mañanitas?”
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