Fotografía: Héctor Martínez |
DAVID SANTIAGO TOVILLA
Este diciembre es intenso por el arranque formal de los procesos electorales en México, con las precampañas. En varios casos, estos primeros meses sólo serán un pretexto para activar las estrategias hacia las urnas, desde ahora. La precampaña la hicieron en tiempos no electorales.
Sin embargo, lo que caracterizó a los posicionamientos previos es la simple saturación del nombre o la foto. Así sin más. Sólo importaba reiterar, decir que hacía, mostrarse. Algunos de una vez articularon una frase o un hashtag. El problema es que la mayoría fueron unidireccionales: desde el “yo” de los emisores. En el centro de los “gritos de guerra” estuvieron ellos no la gente. Consignas que no motivaban a repetirlas porque más expresaban el interés del político que las ostentaba. Lugares comunes e inercias enraizadas. Los políticos en su lenguaje y en sus temas: no los de las personas. Los mundos que no se logran hacer coincidir.
Hay políticos que han ido a las campañas y triunfado. Pero cada campaña es diferente. Cada una tiene ingredientes específicos. Los recursos tecnológicos, antaño, eran otros. En consecuencia, la sociedad y su capacidad de participación son distintos. El riesgo es que gane la confianza en la historia, en lugar de atender de manera integral y contemporánea los retos del presente.
Una vez iniciada la campaña es muy fácil que los protagonistas se pierdan en el recuento cotidiano y soslayen la visión general. La única preocupación deriva en estar, pero en un mundo saturado de información tienen importancia los contenidos. Decir lo que todos es vano. Destacarán aquellos mensajes que comuniquen, digan, signifiquen para los ciudadanos.
También lo observado en estos meses es que el afán protagónico se limita a la circunstancia del momento y, en ella, se aprovecha todo. No hay una programación estratégica que incluya una ruta propia. En lo coyuntural no existe planeación, realización disciplinada y evaluación. Al final, muchos terminan por seguir la agenda de otros en lugar de buscar colocar la suya para ser punteros.
Llegan las campañas. Con ellas: los miles de videos a toda hora; una mayor irascibilidad e intolerancia en las redes sociales; más difusión sistemática y perversa de mentiras, calumnias y manipulación. Frente a ello, son tiempos de sentido común, indagación y verificación, objetividad, responsabilidad.
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