Philip Roth a la mano: 'Elegy' y 'El animal moribundo'


DAVID SANTIAGO TOVILLA

El 22 de mayo falleció uno de los escritores más trascendentes en la literatura norteamericana: Philip Roth. A partir de esa fecha, han abundado notas en medios de comunicación y ensayos en suplementos culturales. 

La invitación obligada es a leer alguno de sus libros. Debe ocurrir. Hay, sin embargo, algo a la mano para acercarse a las inquietudes intelectuales de este autor. Se trata de una película: Elegy, de 2008, dirigida por Isabel Coixet. La cinta lleva a la pantalla un pequeño libro de Roth: El animal moribundo. Se consigue, con facilidad, en la cadena nacional de tiendas especializadas en música y video. Aunque, en este siglo, internet ha democratizado el acceso a todo.

Ahí están Penélope Cruz y Ben Kingsley, en magníficas actuaciones, para recrear las diferencias y semejanzas sobre las que borda Roth. En el año de su estreno, la película ganó el premio a la mejor representación de la desnudez por la Alianza de Mujeres Periodistas de Cine. Se condecoró una larga toma lateral, bellísima, por el cuerpo de Penélope.

El animal moribundo y Elegy se ocupan de algunos de los temas básicos, universales, de los seres humanos:

  1. La libertad. ¿Renunciar a la compañía es, en realidad, un acto libertario? ¿La soledad puede ser una aspiración? ¿Es la búsqueda de libertad o poner fin a las responsabilidades?
  2. La edad. ¿Puede escribirse la palabra futuro para una relación entre un hombre de 62 años y una chica de 30? La vida ocurre mediante circunstancias y una enfermedad mortal puede equiparar a ambos en la escasez de tiempo para hacer y estar: “Conocer la herida de la edad. Envejecer es inimaginable excepto para quien envejece. El tiempo para los jóvenes siempre está constituido por lo pasado. Para quien enferma el tiempo es ahora el futuro que le queda”. Un cáncer, por ejemplo, puede igualar lo que Roth denomina “la herida de la edad”.
  3. Los celos. La edad no proporciona, en automático, sabiduría y madurez. Aún el hombre más experimentado con las mujeres o viceversa, incurre en el error de los celos: “ese veneno” o “la autodestrucción”. La inseguridad que aniquila, corroe, destruye a las relaciones y a las personas.
  4. El sexo: “No importa cuánto sepas, no importa cuánto pienses, no importa cuánto maquines, finjas o planees, no estás por encima del sexo. Uno no tendría dos tercios de los problemas que tiene si no corriera el albur de follar. El sexo es lo que desordena nuestras vidas normalmente ordenadas. Sólo cuando coges te vengas de una manera completa, aunque momentánea, de todo cuanto te desagrada de la vida y todo cuando te derrota en la vida. Sólo entonces estás más limpiamente vivo y eres tú mismo del modo más limpio. La corrupción no es el sexo, sino lo demás. El sexo no es sólo fricción y diversión superficial. El sexo es también la venganza contra la muerte. No te olvides de la muerte. Sí, el poder del sexo es limitado. Pero ¿qué poder es mayor que el suyo?”
  5. El conflicto: “Los argumentos a favor y en contra son lo que componen la historia. O bien impones tus ideas o bien te las imponen. Nos guste o no, ésa es la disyuntiva. Siempre hay fuerzas enfrentadas y, por ello, a menos que se tenga un gusto desmesurado por la subordinación, uno siempre está en guerra”.

La película es ambientada por la impactante música de Erik Satie y las notas de Bach, Beethoven, Vivaldi, entre otros.

El animal moribundo y Elegy son lo más inmediato de Philip Roth pero si se trata de hurgar en las profundidades de su prosa, está esa excelente edición de sus tres más célebres trabajos: Pastoral americanaMe casé con un comunista y La mancha humana, publicadas por Galaxia Gutenberg con su denominación más conocida: Trilogía americana.