Leer 'A la busca del tiempo perdido'


David Santiago Tovilla

 Leer A la busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, es una gran decisión. Su extensión de más de tres mil páginas, en siete volúmenes o tres enormes tomos, implica tiempo y mantener la concentración.

Lo más importante para acercarse a este legendario trabajo es la versión. En tiempos del libro electrónico, existen variedad de opciones para adquirir cada una de sus siete partes. En este formato se tiene la facilidad de la portabilidad. Sin embargo, para esta monumental obra existe un trabajo editorial que hace disfrutarle sin comparación. Se trata de la edición de Mauro Armiño, con el sello editorial Valdemar. Una edición costosa pero merecedora de cada peso de la inversión.

Publicada por primera vez en el año 2000, tiene la ventaja de incorporar todo el caudal de estudios y referencias alrededor de Marcel Proust que se realizaron hasta esa fecha. Por eso, parte importante de cada uno de sus tres tomos es el cúmulo de las anotaciones. La edición de Armiño concentra toda la información disponible y es, por tanto, la única en español anotada.

Entrega, además: un diccionario biográfico del entorno real del autor, un diccionario de los personajes de la obra, un diccionario de lugares reales y ficticios aludidos. Cada tomo presenta, al final, un resumen de la acción narrativa que facilita situar un momento específico. En conjunto, estas aportaciones hacen que, en verdad, el lector pueda decir que ha leído, asimilado y comprendido a profundidad A la busca del tiempo perdido.

En el tema de las versiones, puede ilustrarse con el inicio de la obra, en tres traductores. Véase a Pedro Salinas, en una edición de Alianza Editorial: “Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: «Ya me duermo». Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño”. Otra, es la traducción de Carlos Manzano, en RBA Libros: “Durante mucho tiempo, me acosté temprano. A veces, nada más apagar la vela, los ojos se me cerraban tan deprisa, que no tenía tiempo de decirme: «Me duermo». Y, media hora después, al pensar que ya era hora de buscar el sueño, me despertaba”. Y, por último, Mauro Armiño, en Valdemar: “Mucho tiempo me acosté temprano. A veces, nada más apagada la vela, mis ojos se cerraban tan deprisa que no tenía tiempo de decirme: «Estoy durmiéndome». Y media hora después me despertaba la idea de que ya era hora de buscar el sueño”. El lenguaje contribuye a la comprensión lectora y, el primer caso, es un español arcaico.

Se decía arriba que las anotaciones son sustanciales. A lo largo de la obra, tiene un lugar especial la sonata de Vinteuil que se rememora o ejecuta hasta hacerla verídica. Pero Mauro Armiño, informa que Proust, en una dedicatoria confiesa: “la frase encantadora pero en última instancia mediocre de una sonata para piano y violín de Saint-Saëns, músico que no me gusta (…) … cuando el piano y el violín gimen como dos pájaros que se responden, he pensado en la sonata de Franck. Los trémolos me fueron sugeridos por un preludio de Lohengrin (Wagner), pero también por una cosa de Schubert. Hay un delicioso trozo de piano de Fauré”. Esto es: si se quiere indagar y escuchar una aproximación a cómo sonaría la mítica sonata ahí están los autores para acercarse con la magia actual de la música en línea.

A la busca del tiempo perdido no sigue una historia particular. Detalla momentos, perfiles, circunstancias, acciones. Así expone un ambiente, virtudes y miserias humanas, preferencias sexuales. El amor, el tiempo, la mentira, son constantes temáticas. Una lectura con distintos ritmos, irónica, abrumadora, nostálgica, compleja. Universal para conectar con la vida de muchos entonces, ahora y mañana, más allá de las anécdotas y las ubicaciones geográficas. Proust comparte sus descubrimientos para que los lectores conecten los suyos: “La sabiduría no se recibe, hay que descubrirla por uno mismo al término de un trayecto que nadie puede hacer por nosotros, ni nadie puede ahorrarnos, porque es un punto de vista sobre las cosas”.

Bien vale la pena conseguir la edición de Valdemar porque es una obra en la lista de relecturas.