FotografÃa: Louis Galvez |
DAVID SANTIAGO TOVILLA
Los de abril de 2022 son dÃas inquietantes para las mujeres mexicanas. De nueva cuenta se han disparado las alertas: «En lo que va del año han desaparecido 748 mujeres en México, cifra que representa, en promedio, 7 casos por dÃa» consigna el diario Reforma, en su edición del 15 de abril.
Es decir, al momento de leer estas lÃneas, más familias se han sumado a vivir en la angustia por una hija desaparecida y muchas otras no han salido del calvario, la zozobra y la esperanza de que aún estén con vida. Ahora, el estado de Nuevo León es el foco, pero el terrible flagelo salta en todo el territorio nacional. En cualquier tiempo y lugar. La más superficial revisión hemerográfica arroja casos y estadÃsticas. Todo permanece igual: la violencia en diversas expresiones, hasta la extrema de la desaparición de los cuerpos.
Lo más grave es que el contexto actual es todo lo contrario a establecer las bases para forjar mejores personas. La exaltación del resentimiento y la violación a la ley sin importar la trascendencia del tema sólo enaltecen la cultura machista. La impunidad, la permisividad, la mentira llegan como educación cotidiana a los hogares, en lugar de transparencia, comprensión y respeto. Es lamentable, pero nada de la realidad vigente combate, con efectividad, a los feminicidios.
Frente a autoridades pasmadas o paralizadas por la falta de recursos y a una sociedad que sólo puede inventar medidas para paliar la vida en medio de la violencia, son los familiares de las vÃctimas quienes levantan la voz y mantienen la indignación. Hacen que se abran ojos y oÃdos a los casos particulares, porque es la generalidad prevaleciente y que se observe en qué paÃs se ha convertido México para sus mujeres.
Ahà está la acuciosa reconstrucción de la vida y la personalidad de su hermana asesinada que hace Cristina Rivera Garza en su más reciente libro: El invencible verano de Liliana. Un testimonio desde la indignación porque «los intrincados vericuetos de la justicia son los vericuetos infinitos de la impunidad».
Rivera Garza trae el perfil de Liliana: una estudiante de arquitectura asesinada por un obsesivo exnovio. Aún con plena identificación del atacante, han pasado treinta años sin resolver nada; hoy, hacen esfuerzos por tan sólo localizar el expediente.
Lo único a la mano son las palabras propias, que llegan a ser desoladoras: «Pasan tantas cosas en treinta años. Pasa la muerte, sobre todo. No deja de pasar. La muerte de miles y miles de mujeres. Sus cadáveres aquÃ, rondando. Atrás del hombro. En los pliegues de las manos, que se aprietan. En la comisura de los labios. Atrás de las rodillas, cuando se flexionan. Pasan aquÃ, al lado, a mi lado; no dejan de pasar. Sus imágenes en los papeles que cubren los postes de la luz, en las páginas de los diarios, en los reflejos de todos los aparadores y las ventanillas: los rostros que tenÃan antes del crimen, antes de la venganza o el soborno, antes del amor».
Cristina Rivera Garza da cuenta de los patrones de conducta que siguen ambos: el agresor y la agredida. Lo peor es el silencio, el aislamiento. Lo más peligroso: cuando el opresor sabe que el distanciamiento es una convicción de la vÃctima. Como herramienta para situar esta dinámica, señala un material bibliográfico: Sin marcas visibles. Claves de la violencia de género que pueden salvarte la vida de Rachel Louise Snyder.
Por este texto, Rivera Garza obtuvo el Premio Pulitzer 2024 en la categorÃa Memorias o AutobiografÃa.
Congratulations to @criveragarza, @HogarthBooks, @randomhouse and @UHouston. #Pulitzer pic.twitter.com/H3AnEosIDW
— The Pulitzer Prizes (@PulitzerPrizes) May 6, 2024
En estos esfuerzos individuales, ha habido verdaderas heroÃnas. Lo desalentador es que quienes son sÃmbolos y casos más mediáticos en la exigencia de justicia para sus hijas también han sido asesinadas.
En 2020, Netflix produjo el documental Las tres muertes de Marisela Escobedo. Murió cuando el hombre que se llevó a su hija la asesinó, en 2008. Volvió a morir cuando el asesino fue absuelto por el poder judicial de Chihuahua, a pesar de que él reconoció su autorÃa en el juicio. Con el agravante de que las indagaciones para llevarlo a pagar su crimen fueron realizadas por ella misma. Y, al final, el 16 de diciembre de 2010 fue ejecutada a las puertas del Palacio del gobierno estatal, en donde mantenÃa un plantón.
CrÃmenes impunes porque el feminicida de la chica murió abatido por sus actividades delictivas en un grupo armado, pero nunca pagó por este hecho. En el caso de la ejecución de Marisela, el trabajo deja claro que su familiar, quien fue testigo ocular del crimen nunca reconoció como autor al presentado por las autoridades locales. El acusado asumió el delito con urgencia, pero tiempo después, cuando se decidió a decir la verdad, que él no fue el asesino, amaneció estrangulado en su celda. Eso favoreció a la autoridad para dar por cerrado el caso de manera definitiva. Un audiovisual triste, irritante, necesario.
En 2021, en el Festival de Cannes se presentó La civil. La cinta fue reconocida con el Prix de l’Audace (Premio a la Audacia) y su protagonista Arcelia RamÃrez «recibió un justo vitoreo por su actuación», cuenta Forbes. Su estreno en México está anunciado para la primera quincena del mes de mayo; sin embargo, puede verse ya a través de plataformas alternativas.
Aunque se trata de una pelÃcula, por momentos parece verse un documental, porque sigue, en esencia, la veracidad sobre Miriam RodrÃguez: madre que, por cuenta propia, realizó investigaciones y seguimientos que correspondÃa a la policÃa. Por su información se logró saber quiénes participaron en el secuestro y asesinato de su hija, el lugar en donde enterraron parte de sus huesos y se realizaron las principales detenciones.
Al igual que ocurrió con Marisela Escobedo, diez años antes, Miriam fue ejecutada en su casa, el 10 de mayo de 2017. Sin protección alguna, inerme en su totalidad; acompañadas sólo de su valor, coraje y determinación. Más que hallar la justicia, hallaron la muerte. Los episodios aludidos por La civilocurrieron en San Fernando, Tamaulipas, municipio célebre por dos grandes masacres.
A diferencia del documental de Netflix, la pelÃcula se sostiene, en efecto, en la actuación de RamÃrez como encarnación de RodrÃguez. Aunque es un buen trabajo vindicatorio para perpetuar el extraordinario esfuerzo personal de una madre a la que le trastornaron la vida, dista mucho de reflejar todo lo que vivió y la tenacidad con que consiguió dar con los asesinos, como puede leerse en The New York Times.
Liliana, Marisela, Miriam… Los feminicidios siguen. Las desesperadas búsquedas de mujeres tampoco se detienen. La Alerta Amber suma fotografÃas, nombres, lugares, indicios, llamados… Nada cambia. Sólo los nombres de las protagonistas en todas las posiciones: los victimarios, las vÃctimas, las personas en el poder… Por eso, cuando a esas indignantes noticias le suceden las imágenes de gobernantes sonrientes, no deja de sonar en la memoria el poema ¿De qué se rÃe? de Mario Benedetti:
(Seré curioso)
En una exacta
foto del diario
señor ministro
del imposible
vi en pleno gozo
y en plena euforia
y en plena risa
su rostro simple
seré curioso
señor ministro
de qué se rÃe
de qué se rÃe
(…)
aquà en la calle
suceden cosas
que ni siquiera
pueden decirse
(…)
por eso digo
señor ministro
de qué se rÃe
de qué se rÃe
(…)
después de todo
usté es el palo
mayor de un barco
que se va a pique
seré curioso
señor ministro
de qué se rÃe
de qué se rÃe.
Conexiones