DAVID SANTIAGO TOVILLA
Para Nolberto Chame
Ocurre con los treinta segundos de la trompeta solitaria, del tema principal de la pelÃcula de El padrino. Esa misma tonada que, con diversa instrumentación, Nino Rota repetirá en los momentos más significativos de la cinta. Escuchar ese fragmento inicial es conectar, sin vacilación, con todo el vals inolvidable.
Ejemplos hay varios, de distinto género musical. Farolitode AgustÃn Lara empieza con un solo de piano que, en seis segundos, ya advierte la melodÃa completa. No se diga lo que ocurre en el siguiente medio minuto. Todo está dicho antes de que la voz del cantautor se escuche. Magistral. Catorce segundos introductorios de bajo y guitarra le bastan a los Hombres G para situar en la mente a Si no te tengo a ti. Enorme.
A Vangelis se le escuchará por mucho tiempo. Como ha ocurrido hasta ahora, cuando las pelÃculas que musicalizó son una mera alusión a lo desconocido. En cambio, las piezas creadas por él permanecen incólumes y con vida propia. No se necesita ver Blade Runner, de 1982; Carros de Fuego, de 1981; o 1492: la conquista del paraÃso, de 1992, para sentir la grata conmoción de cada una de sus composiciones. Hacerlo está bien porque proporciona la referencia cultural exacta y hace crecer su dimensión musical. Sin embargo, muchas de las personas que siguen las composiciones de Evángelos Odysséas PapathanassÃou han conocido sus melodÃas por sà mismas. Su música trasciende cualquier filmografÃa.
A Vangelis debe escuchársele sin etiquetas. Ni nueva era, cósmica o electrónica: es música, muy diferente a las fórmulas. Es una capacidad para halagar al oÃdo, pero invade mente y corazón. Logra que su tristeza se padezca, su epopeya se viva, su esperanza se asuma.
No suele encontrarse, con frecuencia, ese tipo de creadores. Quizá porque tenÃa una mÃstica distinta, como la declarada a Tony Harris: «Tienes la música y al compositor. ¿Quién dirige a quién? Si la música dirige al compositor el resultado es honesto y saludable. Si el compositor dirige la música el resultado será deshonesto y un negocio discográfico. Es simple: la música es lo más importante. Yo sirvo a la música».
Su Tema de amor de Blade Runner es como el hecho en sÃ: un llamado fino que involucra. Uno escucha: un afluente convertido en marea. Resonante por momentos, apacible en otros. Una flama sostenida. Una palabra en la intensidad de la pasión y un susurro en el silencio del encuentro. Eslabones de vida engarzados con la filigrana y cadencia de un poema musical. El tañido guÃa de una campana para ir de la razón al sentimiento. Una bruma constante, tangible, que conquista todo y elimina dubitaciones. La invitación a suprimir circunloquios y expresarse con sinceridad. Apartar imaginaciones, pareceres, prejuicios. Ser con transparencia. Construir la casa anhelada para estar y nunca siquiera pensar en irse. Abrirse a las miradas, los gestos, el cariño. Rehacer la educación sentimental. Inventar el lenguaje único de las parejas. Aprender a entregarse. Mantener el alarido. Conocer la risa y el llanto. Vivir en una canción abrazo que dure para siempre. Todo ello se desprende de esa hermosa pieza proyectada con sintetizador y un melancólico sax.
Qué decir de su álbum Opera sauvage y su concentración de sonidos que después se trazaron en otras melodÃas exitosas. Esa reiteración que abre y mantiene toda la canción L’enfant, mientras el sonido agudo y puro de un piano mueve hacia distintos ambientes: la conversación que sólo comprueba existe una buena comunicación, el juego placentero, la diversión plena, la compañÃa entretenida, la derivación en una alegre tonada que se desea no termine. O el Hymne: una oda musical convocante, motivadora; una marcha ausente de silencios para hacerla trepidante y terminar con una conclusión afinada como lo hacen las grandes obras de la música clásica.
Vangelis fue un músico de quien Spotifyreporta un millón setecientos mil oyentes mensuales, aun cuando era un creador distante de la vorágine comercial y su exigente fabricación de novedades. Ausente su creador, el destino de su música será el mismo: la continuación en el gusto de varias generaciones.
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