“La liturgia de las piedras” de Alberto Bañuelos


DAVID SANTIAGO TOVILLA

Un objeto inerte de color blanco, forma redonda y superficie exterior texturizada. Cortes geométricos precisos que le convierten en una piedra que comunica. Desde la primera pieza, Alberto Bañuelos logra advertir que su exposición es un amplio conjunto de exploraciones que integran al espectador. Es “La liturgia de las piedras”, exposición que estará de mayo a agosto, en el Museo Fernando García Ponce-Macay.

El artista no ha necesitado inventar o sólo sacar de su contexto algo para, al entrar al recinto solemne del museo, adquirir otra condición. Intención, conceptualización, visión se expresan en cada pieza. Ese deseo de trocar lo insustancial en relevante. La piedra conserva su  esencia; el escultor al pulir porciones internas le dan su nuevo matiz. Contundente por su simpleza; agradable por sus nuevos equilibrios de exterior expuesto e interior revelado.

Bañuelos corta y reubica, no desagrega. Es la misma bloque pero con una nueva disposición. Aquí radica otra diferencia exitosa del autor:  hay reiteración  no mera repetición. No es una misma técnica aplicada una y otra vez para conseguir efectos similares. Es, enfrentarse a cada individualidad para reiterar esa búsqueda de otros significados. Por eso, aunque la exposición es extensa y ocupa dentro y fuera del edificio del museo, invita a ir a todo y hacer la admiración circular a cada propuesta.


Acá descompleta; allá troza y reordena; en la siguiente fragmenta y une para mantener su misma forma; en la otra abre un túnel de luz y una ventana para enterar al fisgón; por ahí pule toda una superficie. Adentro del MACAY obra pequeña y mediana, en el Pasaje de la Revolución, el gran formato.

Las piedras de Alberto Bañuelos constituyen un diálogo, un juego, un territorio estético agradable y atractivo, al que puede regresarse a participar mediante la apreciación una y otra vez. Sí, a su liturgia, su ceremonia…