DAVID SANTIAGO TOVILLA
¿Qué permanece después de las tres horas
de la pelÃcula Blonde de
Andrew Dominik?
La voz modulada, el rostro pesaroso de Ana de Armas y su categórica encarnación del papel de Norma Jean, alias Marilyn Monroe. Nada más.
¿Se comprende mejor al mayor Ãcono del
cine norteamericano?
No. En realidad, Blonde,
de Andrew Dominik es una trama planeada para dar de qué hablar a
partir de la estridencia que pretende criticar. Selecciona y presenta todo
desde una perspectiva escandalizada. Se erige en el gran juzgador de Marilyn Monroe.
El mejor ejemplo lo constituyen los abortos. El
contraste con las tomas en blanco y negro de ella, son minutos de fetos en
color, al mejor estilo de las campañas de aquellos grupos provida de los
ochenta. Una tendencia a la confrontación visual y la manipulación del
espectador.
¿Expone el otro aspecto de la vida glamorosa
de Marilyn?
Notas de difusión sin rigor han hablado de una
biografÃa. Sin embargo, Joyce Carol Oates dice con claridad, en una indispensable
Nota de la autora, al abrirse la novela:
«La verdadera Marilyn
Monroe llevó una especie de diario y escribió poemas, o fragmentos de
poemas. De ellos sólo he incluido dos versos en el último capÃtulo; los demás
son falsos. Algunos comentarios proceden de entrevistas; otros son ficticios».
Por eso, agrega contundente: «el lector que desee
conocer datos biográficos fidedignos de Marilyn
Monroe no deberÃa buscarlos en Blonde,
que no pretende ser un documento histórico, sino en biografÃas autorizadas».
¿Lleva la novela de Joyce Carol Oates,
publicada en el año 2000, al cine?
Tampoco. Como se apuntó antes: selecciona lo
estridente. Cuando la narradora alude al momento del acceso de la chica a su
primer papel, describe un abuso sexual por parte del productor —el caso Harvey
Weinstein desnudó la historia de Hollywood en este sentido— no se queda ahÃ.
LÃneas adelante comenta cómo, entonces, se construyó el
nombre ahora inolvidable: «Norma Jeane es un nombre de pueblerina, de campesina
de Oklahoma, decÃan / /Norma Jeane no tiene atractivo ni encanto/ Eso me
dolió y habrÃa querido explicarles que mi madre me habÃa llamado asà en honor a
Norma
Talmadge y a Jean Harlow
pero naturalmente no pude porque el señor Shinn me hizo callar con una mirada.
»Uno de los ayudantes del señor X le habÃa pasado una
lista de nombres femeninos y él y el señor Shinn discutÃan al respecto Moira /
Mona / Mignon / Marilyn / Mavis / Miriam / Mina y el apellido serÃa Miller
/ /Marilyn Miller / / Moira Miller / / Mignon Miller querÃan el sonido MMMMMM
/ / lo pronunciaban como si cataran un vino / / dudando de su calidad / /
entonces el señor Shinn se dio una palmada en la frente diciendo ya existe una
actriz llamada Marilyn Miller, trabaja en Broadway / / y el señor X soltó una
maldición porque estaba perdiendo la paciencia.
»Me apresuré a proponer qué tal «Norma Miller» / /
pero los hombres seguÃan sin escucharme / / añadà con tono suplicante que el apellido
de mi abuela era Monroe / / en eso el señor X chasqueó los dedos
como si la idea acabara de ocurrÃrsele a él / / y él y el señor Shinn dijeron
al unÃsono como en una pelÃcula Mari-lyn Mon-roe».
Con esto se ilustra que la mirada de Joyce Carol Oates
es amplia; la de Andrew Dominik es
tendenciosa. La de ella aspira a proporcionar los distintos elementos para situar
al personaje; la de él a exhibir, en exclusiva, adversidades y desaciertos.
La escritora busca construir un contexto; el director
destruir un mito. Oates aspira a humanizar a la diva; Dominik sólo presentar lo
—para él— deshonroso: juntar sus angustias, empaquetarlas con estruendo
para extenderlas a los receptores. Sólo entrega una envoltura diferente —con
sesgo hacia la extinta revista amarillista mexicana Alarma!— a lo ya
sabido.
¿Blonde
de Andrew Dominik es una pelÃcula con escenas sexuales fuertes?
Desde principios de año, se difundió que Netflix
tendrÃa una pelÃcula para adultos. El morbo empezó a correr. Llegó a anunciarse
un «retrato sexualmente explÃcito». La verdad es
que las visualizaciones de los senos de Ana de Armas, en un largometraje de 167
minutos no tienen relevancia.
Desde el estándar de violencia, desnudez y sexo
establecido por HBO en la serie Euphoria
(2019), la pelÃcula Blonde es
una nimiedad. La advertencia de adultez sólo está a la altura de los avisos
rutinarios colocados en el borde de la pantalla de la televisión argentina,
cuando van a pasar noticias de hechos delictivos.
¿Rinde homenajes a otras pelÃculas o acude
al facilismo de los recursos cinematográficos probados?
Blonde incluye una
escena de sexo oral: un primer plano de medio rostro de la protagonista que
sube y baja. En el momento en que se supone eyacula, la pantalla se llena con
la imagen de un misil que golpea a una nave espacial. La toma se abre para registrar que frente al
hombre recostado en la cama hay una televisión que transmite imágenes de un
platillo volador que golpea edificios icónicos estadounidenses.
Ese el recurso utilizado por Gerard Damiano para
ilustrar que, por fin, Linda alcanza un orgasmo en Garganta
profunda (1972). Los instantes
cúspide se alternan, por segundos, entre el trabajo bucal de Lovelace y el
despegue del cohete tripulado Apolo XI, utilizado para el viaje del
hombre a la luna.
Al director de Rubia no se le ocurrió otra cosa
más que emplear algo establecido en la cultura sexual desde hace cincuenta
años.
Andrew Dominik deberÃa ver y aprender de la pelÃcula Batalla
en el cielo (2005) de Carlos Reygadas. La cinta como
tal está en el olvido. Pasó a la historia sólo su escena explÃcita de una
felación: los movimientos de cámara y tomas de los genitales, que logran
alcanzar hasta una dimensión poética.
Desde luego, esta visión no encajarÃa porque Blonde
busca explotar lo grotesco, adverso y degradado.
¿Debe verse Blonde de Andrew Dominik, sobre Marilyn Monroe?
Una razón para verla es para estar en la conversación
de finales de 2022. Otra es poseer el conocimiento del por qué Ana de Armas será
candidata el Óscar a la mejor actuación, en la próxima entrega.
El único logro de la pelÃcula está en parte del
trabajo visual: la recreación minuciosa del universo estético asociado a Marilyn
Monroe: portadas de revistas, escenas de filmes, fotografÃas.
Fuera de esos elementos, no es un producto integral.
Su narrativa enjuiciadora la enjuicia porque lejos de mover hacia la empatÃa
hacia un ser humano vulnerado se regodea con la crueldad.
Es peor porque lucra con lo poco que aún quedaba pendiente de lucrar: el sufrimiento de Norma Jean Baker. Terrible e injustificable.
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