Cine mexicano en el centenario, en palabras de Arturo Arredondo


DAVID SANTIAGO TOVILLA

Fotografía: Karen Zhao 

El autor de Goozología mayor, el tapachulteco Arturo Arredondo, se ha especializado en la crítica cinematográfica, oficio cuyos resultados lo han llevado a medios de gran relevancia como La Jornada, El Universal y Reforma. En la actualidad, publica en Punto, Noveladles y Viva. Aquí una breve consulta sobre el cine mexicano:

 

—En el aniversario número cien del nacimiento del cine se habla generalidades, se particulariza poco del cine mexicano. ¿Cuál es su situación?

 

—Es una pregunta muy vasta. Habría que parcelar un poco las circunstancias. El cine se ha dividido por países: tenemos el cine norteamericano, muy adelantado, con muchos efectos especiales, en donde los productores han convertido al cine en una industria, en un mercado de divisas que ha crecido mucho.

 

El cine se constituye en especies de islas que generan otros hechos en especial. El cine francés está muy preocupado por la calidad, el talento y el cine de autor, mientras los norteamericanos sólo se preocupan por la taquilla y la cualidad artesanal.

 

Fuera de Estados Unidos ya no hay malas películas por su fotografía, únicamente son cintas aberrantes las que presentan esta característica: las cámaras han mejorado mucho, los efectos especiales son de uso de todo y por lo regular salvan a una película; incluso, la actuación de los actores ha llegado a niveles deslumbrantes.

 

Por estos días se estrena La reina Margot, en ella los críticos han coincidido que está basada en la actuación de Isabel Adjani; sin esta mujer la película no serviría. Sucede en muchos países: si no fuera por determinado autor, la película no funciona.

 

Después de ese marco, podemos centrarnos en México: Acá existen grandes películas con estupendas actuaciones, una fotografía deslumbrante, un cine de autor, muchos directores mexicanos tienen los ojos puestos en e1 universo, con excelentes resultados, pero en general el panorama es caótico.

 

Los jóvenes que egresan de las escuelas tienen mucho trabajo para conseguir financiamiento. Somos un país pobre. Aquí como no tenemos dinero para comida, viajes o libros, tampoco tenemos dinero para hacer cine. Los jóvenes han batallado mucho, pero también los viejos directores están medio parados.

 

Luis Alcoriza se murió teniendo entre las manos tres proyectos que nunca pudo llevar a buen término porque no había recursos. Repito: el panorama es caótico, aunque tenemos cintas muy buenas. Está El callejón de los milagros, donde se conjugan buenas actuaciones, una producción excelente, una dirección estupenda y una fotografía bastante recomendable, pero no todas las películas tienen esa misma suerte.

 

Hay muchos directores jóvenes que ni siquiera han podido realizar su primera película. Tengo muchos amigos dentro de quienes acaban de egresar de las escuelas de cine que se quejan de esa mala circunstancia, como si se necesitara constituir cooperativas para poder crear películas porque no hay dinero.

 

A cien años del cine no tenemos una gran industria porque no tenemos otras cosas: no hay una industria turística, una industria acerera: somos el primer productor de plata y ni siquiera podemos tener monedas de plata porque en cuanto salen al mercado desaparecen porque las atesoran o las venden al extranjero.

 

—Aun así, hace años se habló de un nuevo cine mexicano en un momento en que ciertos directores, con trabajo atrás, tuvieron mucha difusión…

 

—El cine mexicano es como un árbol que tiene renovaciones. El nuevo cine mexicano son las ramas necesarias, las ramas nuevas de un árbol que ya tiene rato de haber tendido sus ramas al aire. Es lo normal, lo necesario, es una espiral que no se detiene. Hay nuevas manifestaciones del cine mexicano: no quiere decir que sea bueno o malo, es lo natural.

 

Desafortunadamente no se desarrolla porque no hay dinero suficiente. Por donde quiera verse el cine es también una industria generadora de divisas, pero en México no se la ha visto con las capacidades necesarias. Sí llegáramos a tener una industria importante y seria

podríamos venderles todos nuestros productos a los hispanohablantes como los cubanos. Se nos olvida que son quinientos millones de habitantes en el mundo, y de ésos la mitad habla español. Pudiéramos tener una industria bastante pujante, con nuestras historias, nuestros directores, que no la hacen mal y tienen oficio, como Jaime Humberto Hermosillo, Jorge Fons y Arturo Ripstein.

 

*Publicado en Expreso Chiapas.