DAVID
SANTIAGO TOVILLA
I
«El gol es el orgasmo del fútbol» apunta Eduardo Galeano en su libro El fútbol a sol y sombra. Es un clásico ya, como su legendario texto Las venas abiertas de América Latina.
El breve volumen tiene, con claridad, dos bloques: la primera, constituye un prontuario con el sello Galeano: crónica, sociología, literatura. Algunas perlas, son:
El fútbol: «La historia del fútbol es un
triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho
industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque
sí».
El estadio: «¿Ha
entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio
de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay
nada menos mudo que las gradas sin nadie».
El hincha (partidario): «La ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno.
»Rara vez el hincha dice: «hoy
juega mi club». Más bien dice: «Hoy jugamos nosotros». Bien sabe este jugador número doce que es él quien
sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como
bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin
música».
El jugador: «A un lado lo esperan los cielos de la gloria; al
otro, los abismos de la ruina… él, que había empezado jugando por el placer de
jugar, en las calles de tierra de los suburbios, ahora juega en los estadios
por el deber de trabajar y tiene la obligación de ganar o ganar».
El arquero:
«También lo llaman portero, guardameta, golero, cancerbero o guardavallas, pero
bien podría ser llamado mártir, paganini, penitente o payaso de las bofetadas… Él no hace goles. Está allí para impedir que se hagan.
El gol, fiesta del fútbol: el goleador hace alegrías y el guardameta, el
aguafiestas, las deshace».
El director técnico: «Antes existía el entrenador, y nadie le prestaba
mayor atención. El entrenador murió, calladito la boca, cuando el juego dejó de
ser juego y el fútbol profesional necesitó una tecnocracia del orden. El entrenador decía: —Vamos a
jugar. El técnico dice: —Vamos a trabajar».
El árbitro: «Los derrotados pierden
por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores,
explicación de todas las desgracias. Los hinchas tendrían que inventarlo si él
no existiera. Cuánto más lo odian, más lo necesitan».
La segunda parte de El fútbol a sol y sombra es una síntesis, documentada de los mundiales, desde
1930. Publicado en 1995, la primera edición cierra hasta 1986. Con los años,
las ediciones incorporaron textos sobre las versiones siguientes del encuentro
futbolístico del mundo. La última llega hasta Brasil 2014 y se publicó en 2015,
año del fallecimiento del escritor.
Pero no es un recuento de lo
ocurrido en los mundiales. Eduardo Galeano trabaja en el contexto mundial en
que ocurrieron los encuentros deportivos. Hechos políticos, científicos,
culturales. Es un rápido curso de historia contemporánea asociado al balompié.
Merece estar en la biblioteca
personal y recordarse en las máximas fiestas futboleras.
II
Manos en la cara. Amplia
sonrisa. Puños levantados. Alarido. Meneo de la cabeza. Afirmación. El ingreso
del balón en el cuadro detona todo. Su golpe en la red del fondo es el clímax.
Del lado goleador es euforia; el bando goleado es tristeza. El gol es el
momento síntesis de todo lo que se mueve en torno al fútbol. Y sí, todos
coinciden: es pasión, emociones.
Por estos días, los rostros
cotidianos del fútbol son más intensos. El latido es más fuerte. La esperanza
crece. El desencanto se profundiza. Todo se desarrolla en mayores proporciones.
Ocurre así porque el Mundial es el juego de juegos. Los gritos dominicales por
la liga local, ahora, adquieren forma de clamor nacional. Lo es porque en el
uniforme de una docena de jugadores van encarnados los soldados de las
naciones. Van a la batalla, deportiva, pero con el mismo resultado: triunfo o
derrota. Sin términos medios. Ofensiva y defensores lo son para defender no a
un equipo: a la nación que durante noventa minutos
pende de dos manos y veinticuatro pies.
Bien hacen las transmisiones
televisivas en no sólo seguir a los jugadores y las acciones. Recogen, con
tino, las caras del fútbol. Hombre y mujeres que llegaron de todas partes para
el máximo cónclave, para ver a los gladiadores derrotar a sus adversarios.
Tonos de piel variados, perfiles diversos, identidades múltiples que se
unifican para decir ¡Noooo! o ¡Síííí! al mismo tiempo, en función del sentido y
militancia que se profese.
Los espectadores, ahí y en casa, deben luchar con la angustia. La fe tiene más sentido en esos momentos. Un deseo unifica a millones, aunque vivan en la polarización. Diversas treguas se establecen durante noventa minutos. Una sola palabra puede explotar, en cualquier instante a favor o en contra: gol. Unos le anhelan, otros le odian. Puro sentimiento, al que está asociada la vida en tiempos de Mundial…
III
Doce días antes de la inauguración de mundial en
Qatar: el 9 de noviembre, Netflix lanzó la miniserie Los entresijos de la FIFA.
Cuatro episodios y el tercero dedicado, por completo, a exponer las irregulares
circunstancias en las que el país, ahora sede, fue electo como tal.
Testimonios de protagonistas que cuentan que cada voto
por Qatar, en la FIFA, costó 1.5 millones de dólares. Ya se sabe, los
involucrados en estas prácticas siguen, sin vacilar, el manual de los
cínicos. Salen a decir, como Joseph Blatter: «¿Dónde están las pruebas?»,
porque bien se conoce que las operaciones suelen ser en cash y mediante
personeros, para no dejar huella y alardear su falsa honestidad.
En una parte de esos entramados, el representante de
Puerto Rico narra que —¡Oh! Sorpresa— recibieron sobres amarillos con dinero en
efectivo, del candidato qatarí, en el proceso de elección del presidente del
organismo mundial.
Al final, la presidencia de la FIFA fue negociada: una
reelección y dinero, para no anular la candidatura de Qatar al mundial 2022.
Fue una decisión de Estado para poner a Qatar en los
ojos del mundo y «romper estereotipos para hacer la primera copa mundial a
celebrarse en el mundo musulmán». Sobornaron personas, hicieron las inversiones
y los negocios necesarios como la compra del equipo Paris Saint-Germain —hasta
la fecha el fondo soberano de Qatar es el máximo accionista—.
IV
Una gran presencia en Qatar 2022 se llama Mahsa Amini,
torturada hasta la muerte, después de ser arrestada, en el cercano país de Irán,
por desacatar el uso del hiyab o velo para cubrir cabeza y pecho.
La revuelta social, por indignación, que siguió al
hecho ha alcanzado a la actividad que concentra los reflectores. Queda para la
historia: a) los
seleccionados iraníes que se negaron a cantar el himno
de su país; b) la
joven que se pintó el rostro con lágrimas de sangre y exhibió una playera
con el nombre de la mujer ultimada. Protestas con mayor impacto y empatía que
las absurdas agresiones
a las obras de arte en nombre del medio ambiente.
V
Si bien dice Eduardo Galeano: «El gol es el orgasmo del fútbol. Como el orgasmo, el gol es cada vez menos frecuente en la vida moderna». ¿Qué concluir, entonces, con una selección mexicana que no hace gol?
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