DAVID SANTIAGO TOVILLA
La oscuridad se combate con la intensidad de los colores desde decenas de reflectores. La vistosidad emerge de esa disputa. El humo artificial ayuda a percibir que los halos pueden tocarse. Los haces acentúan detalles. Arrancan fulgores en partes de las vestimentas, decorados, instrumentos. La luz, en todas sus manipulaciones, es componente esencial para la función artÃstica.
El espacio se llena con la vitalidad de quien lo
ocupa. Basta surgir de las sombras para arrancar reacciones. Cada
individualidad puede llenar un escenario, pero extiende su aureola a la
multitud que corea su nombre. El momento es. Se han esperado horas para que la
presencia del artista permute en evocación todo antecedente. El descampado se olvida
porque se ha cubierto con el encantamiento de la comunión.
Lluvia o aire frÃo no importan. Lo transcendental es
permanecer cuanto dure ese soplo artÃstico. Despojarse de pensamientos,
compromisos, rutinas. No hay después: todo es ahora. La respuesta no sólo es
aceptar la convocatoria: acudir y expresarse. Cada personalidad determina el
cómo: gritos desaforados; acompañamiento efusivo con una letra memorizada por
cantarse en cientos de ocasiones; simple vaivén corporal o baile expresivo; del
movimiento acompasado de las extremidades al aplauso reiterado. Alguien lanza
un paquete al escenario y, al ser desplegado, la estrella descubre una elegante
prenda que decide vestir de inmediato. Todos enaltecen ambos gestos porque
llegaron para involucrarse. Vinieron para ser, en este instante.
Unos desean apreciar, otros exponer. Del diálogo de
intenciones emerge el vÃnculo gozoso. El virtuosismo de manos, cuerpos, voces.
Atmósferas creadas y transformadas en un santiamén. En la hora de crear todo
recurso disponible cuenta para relacionarse con una emoción.
SincronÃas para generar un efecto. Aquel grupo que
reúne diversidad de instrumentos, estilos, épocas para obtener una identidad,
con el único requisito de ser cohesionados por el ritmo alegre. Aquellos cuerpos
flexibles que sorprenden con sus capacidades elásticas y desprenden
exclamaciones de los pequeños; logran que la mujer de mayor edad, sobrecogida,
mantenga su rostro entre sus manos. La sonoridad hasta de los gritos humanos
contribuyen a la polifonÃa portentosa. El gracejo ayuda a desarticular
cualquier contención hacia la vivencia de la alegrÃa.
Efusividad o moderación, desparpajo o sobriedad, abundancia
o concisión, plenitud o espectáculo pueden revelar la condición de sus propios
lugares de procedencia.
Ocurre en enero. En Mérida, en el aniversario de la ciudad, diversas plazas se convierten en el lugar del arte…
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