DAVID SANTIAGO TOVILLA
El 1 de mayo se realizó la Met Gala o Gala del Met 2023: la mayor actividad anual que reúne al mundo de las celebridades y la moda, en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Este año, la temática fue un homenaje a la identidad visual creada por el fallecido Karl Lagerfeld.
Así, en las prendas exhibidas por las personalidades se pudo observar el contraste de negro y blanco o la pureza de ambos colores. Se conservó la búsqueda de la innovación sin perder la rigurosidad de la elegancia que promovía Lagerfeld, como bien puede apreciarse en las casi doscientas fotografías que presenta el portal de Vogue, que documenta el suceso.
Maîtresse y el diseñador Karl
Lagerfeld
El trabajo de Karl
Lagerfeld llega al 2023 porque su huella fue plantada, para ser imborrable en
el arte a partir de sus creaciones. Un ejemplo es su participación en la
película Maîtresse, de 1976. El
diseñador alemán accedió a trabajar con el director Barbet Schroeder en el
diseño de vestuario de la cinta. Fue invitado para crear la imagen de una dominatriz o ama sexual.
La mano de Lagerfeld se refleja en la originalidad,
belleza y distinción en la vestimenta de la protagonista. Su arsenal se refleja
en zapatos de tacón de aguja, hermosos corsés, pantalones pegados al cuerpo,
capas cortas, todo en negro.
Maîtresse y el artista Allen
Jones
El perfil femenino generado con el vestuario tuvo
impacto en un gran artista británico: Allen Jones, a quien hasta Stanley Kubrick quiso involucrar en
la escenografía del Korova Milkbar de la película Naranja mecánica
pero no hubo acuerdo económico.
A Jones, le encargaron el cartel original de la
película. Lo hizo apegado a la idea de Karl Lagerfeld. En la propuesta de
Allen, en óleo sobre lienzo, la mujer porta un látigo en la mano izquierda y en
la cabeza ostenta la peluca negra que usa para sus sesiones.
Sin embargo, le pidieron hacer cambios: el látigo va al suelo y en la mano tiene un juego de llaves; el cabello es el rubio que ella usa en su vida normal. Es de mayor impacto visual el primero:
Allen Jones se quedó, durante cuarenta años, con la estética visual de Maîtresse. En 2016, realizó una exposición con bocetos, pinturas y escultura. El catálogo de la muestra aún se consigue en línea con envío internacional.
Maîtresse es un filme
dirigido por Barbet
Schroeder. Debiera estar en cualquier canon de cine erótico, pero no es muy
difundida. Es, en efecto, una cinta un poco difícil de conseguir, sobre todo
con una traducción al español.
En los modernos circuitos de comercialización
electrónica suele presentarse en su idioma original, el francés, con subtítulos
en inglés. Tuvo una edición para España con una denominación horrorosa: Amante, querida, puta que de ninguna
manera refleja el contenido del filme.
En una cadena internacional de renta de video
permaneció por lustros en el catálogo de cine de arte, pero desaparecieron
todos los negocios de ese tipo.
El esfuerzo por conseguirla será recompensado con el
acercamiento a un filme inusitado.
Maîtresse es uno de los
primeros filmes de dos grandes actores del cine francés: Gérard Depardieu
y Bulle Ogier. Una
pareja que, en el estreno de la cinta tenían: él, veintisiete años y ella
treinta y cuatro. A Ogier se le recuerda por encarnar a una de la terna de
mujeres en El discreto encanto de la burguesía de Luis Buñuel.
Depardieu encarna a un ladrón de muy baja condición
y mundo: Olivier; Ogier a una exquisita, glamorosa y dura mujer con trato con
personajes relevantes de la sociedad parisina: Ariane. Shroeder se encarga de
subrayar, en todo tiempo, la diferencia entre ambos. A pesar de ello pueden
tener un vínculo: el amor-pasión.
La vida coloca a Olivier y Ariane de frente por
casualidad. Él ha entrado en un departamento para robar. No encuentra objetos
de valor comercial sino artefactos raros: máscaras, correas, cadenas, una silla
de dentista, pinzas, trajes. Descubre hasta a un hombre, desnudo, dentro de una
jaula. Abre una puerta y un rabioso doberman lo paraliza. Así es sorprendido y
detenido por ella.
Sin emitir ningún juicio, Olivier empieza a entender en dónde ha caído. Es un espacio de prácticas de bondage, dominación, sumisión y masoquismo: BDSM. Ariane es el ama y, como lo tiene a su disposición, lo involucra en un acto que realiza en esos momentos. Al final, lo premia con un apasionado beso. Ella lo deja en libertad, pero Olivier no desea irse: le pide una cita. Ariane acepta verlo fuera de ese entorno. Se disfrutan como seres humanos y surge la relación. Él se queda a vivir.
La sexualidad ostentada en Maîtresse, contrario a la percepción inicial, no es la de Olivier y
Ariane. No hay ningún desnudo de ellos. Tampoco se les ve hacer el amor. Lo
impactante de la cinta son las escenas del placer a través del dolor. En la
película Historia de O se aprecia la
vulneración del cuerpo femenino. En Maîtresse
se demuestra esa ruta en el organismo masculino.
Ariane no es una prostituta. No tiene relaciones
sexuales con sus clientes. Es una experimentada mujer que provee castigos,
laceraciones, describe fantasías, ordena humillaciones.
El gran acierto de la dirección es que todos los
actos de este tipo de placer sexual se realizan en su entorno natural. Todo
sesgo de calificación moral fue suprimido. Se carece de valoraciones positivas
o negativas. Los hechos se presentan tal como son. Se trata de una mirada al auténtico BDSM sin
cortapisas, ficciones o disfraces. Tan veraz como que no existieron dobles, ni
actores.
Los actos de sadomasoquismo del filme fueron realizados por personas ejecutantes de estas prácticas quienes voluntarias y entusiastas decidieron colaborar con el proyecto. Sus rostros fueron cubiertos por máscaras no sólo por el uso fetichista del cuero, sino para ocultar su identidad.
Hasta ahora, no existe otro largometraje que haya
incorporado escenas verdaderas para ilustrar este tipo de práctica sexual. Hay
que mencionarlo porque debe tenerse pleno conocimiento de lo que se observará.
En especial, existe una escena en donde un pene flácido es acomodado sobre una
tabla y Ariane, como en un rito delicado, le inserta unos clavos con el cuidado
de no lastimar los cuerpos cavernosos y esponjosos. Cuando el miembro ya es
inamovible en la madera, procede a insertar agujas en el tórax.
No hay espectáculo de sangre, ni alaridos o
quejidos. La cámara, alterna la faena de Ariane y la reacción en ese rostro
enmascarado. Sólo hay un estremecimiento. Esa autenticidad también es distante
de lo que suele verse en los videos del porno duro que abundan en la temática.
El tratamiento, por lo tanto, es justo, equilibrado, ecuánime, respetuoso con
el BDSM y sus practicantes.
Barbet Shroeder indica muy bien que se trata de un
acto íntimo. Es otro mundo, alterno. Una subcultura que coexiste con las
actividades cotidianas. Es una dualidad literal. Por eso, Ariane ocupa, en
realidad, dos departamentos. Aquel, iluminado y elegante, en donde tiene una
vida normal y vive su pasión con Olivier; el otro, cerrado, oscuro. La vida
ordinaria arriba; los sucesos extraordinarios, abajo. Unidos sólo por una
sofisticada escalera plegable.
Ella misma tiene dos facetas: por un lado, una
hermosa rubia en la cotidianidad; por otro, una mujer de cabello negro intenso,
acorde con la oscuridad del cuarto sado. Del mismo modo, se intercalan los
instantes de servicios profesionales y los momentos de romance.
Olivier siempre hurga en la vida de Ariane. La interroga. Ella define:
«—¿Cómo puedes
hacerlo? Es agotador.
»—No. Es apasionante.
Es fabuloso entrar en la locura de la gente de una manera tan íntima.
»—¿Qué es para ti esa gente?
»—Amigos.
»—¿Sientes placer con ellos?
»—Sí, cuando lo doy.
»—Entonces eres tú la esclava…
»—No.
»—Sí, porque estás a disposición de su placer.
»—No, en absoluto porque no podría hacerlo si
no me gustase».
Ese sentido de indagación lleva a Olivier a
enfrentarse con otra arista de la realidad. Ariane es madre de un niño de siete
años y, en su vida, también existe un misterioso Sir Gotier. Su ímpetu
desestabiliza todo. Ella le permitió llegar y estar, cuando ya tenía su mundo
construido y con sólidos engranajes. No lo rechazó por esta razón. Lo incorporó
a ese conjunto de hechos y situaciones. Tampoco le ofreció o vendió la noción
de una relación ideal.
Hay una educación social que, en lugar de impulsar
el respeto a los ámbitos de privacidad del otro, mueve a tener la certidumbre
de lo intuido o percibido. A buscar con hipocresía ser lo que no; a pretender
no ser. Sin importar dañar la relación o al otro. Suele haber relaciones
posibles no siempre las ideales. Quien hurga lo hace porque presupone y termina
por encontrar lo que ya sabía. No es un logro: es una maniobra para hacerse
víctima o victimario. Olivier comete esos errores que ponen en riesgo lo que
ella es: su libertad, identidad, capacidad de acción y realización. Sus
acciones son correspondidas con decisiones.
Maîtresse es, así, una historia de amor en un contexto irregular, desigual, misterioso. Su mensaje reitera la idea de que el encuentro pasional entre un hombre y una mujer ocurre por encima de profesiones, actividades, historias personales, circunstancias espaciales y temporales. La imposición de la pulsión emotiva y sexual es irremediable.
Por el tratamiento irrepetible del tema, la participación de dos íconos del cine francés, la creación de Karl Lagerfeld y la veneración por Allen Jones, esta cinta de culto merece conocerse.
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