Madres buscadoras


DAVID SANTIAGO TOVILLA

El 10 de mayo es una adecuada fecha para homenajear a esas mujeres afectadas por la ausencia de Estado y justicia. En México, ocurre un ciclo inercial: madres dolientes-buscadoras-ejecutadas. Es grave que esa situación —como muchas otras— empiece a normalizarse porque induce a reducir la indignación, minar la empatía y trivializar la tragedia que se vive en los hogares mexicanos.

 

El más reciente asesinato de una madre sucedió el 2 de mayo: Teresa Magueyal, en Celaya, Guanajuato. Ella recorrió ese fatídico camino que quieren sea el destino de las madres mexicanas afectadas por la desaparición de sus hijos.

 

El 6 de abril de 2020, su hijo desapareció. Entonces, Magueyal fue inscrita, por la fuerza de los hechos, en la lista de madres dolientes. Seres humanos que cambian su vida ordinaria por una dominada por ese «sentimiento de pena y congoja», estrés, angustia, desaliento, llanto.

 

Pero hay mujeres indoblegables, luchonas, persistentes, tenaces, que remontan el pasmo inicial con la convicción de hacer lo que las autoridades no hacen. Ante la falta de resultados, noticias en torno a la ausencia de sus hijos, dejan los hogares lastimados para convertirse en madres buscadoras. Van a sitios riesgosos. Buscan. Encuentran. Descubren fosas clandestinas. Sus hallazgos no siempre las benefician, pero sí a otras familias.

 

Su dolor encauzado hacia la búsqueda es el principal motor; por lo tanto, tienen suficiente motivación mientras no tengan cualquier noticia sobre sus descendientes ausentes. Se ponen en riesgo. Su activismo incomoda a muchos, de tal modo que son colocadas en la mira hasta convertirlas en madres ejecutadas.

 

Nada se modifica en este país entregado a la violencia. En las calles, carreteras y hogares enlutados de México habita la verdad. Las desapariciones no cesan y las mujeres que se ven obligadas a transitar por el ciclo funesto continuarán. Un país que pierde la indignación ante los asesinatos de madres buscadoras ha perdido el alma; ha cambiado su humanidad por monedas circunstanciales.

 

La más reciente madre acallada fue ejecutada en su domicilio, con el mismo patrón de otros casos. Con la facilidad que silenciaron a Marisela Escobedo y Miriam Rodríguez. Y, en fechas recientes, a Rosario Lilián Rodríguez Barraza, María del Carmen Vázquez, Esmeralda Gallado, Brenda Jazmín, Ana Luisa Garduño, Gladys Aranza Ramos Gurrola y María del Rosario Zavala Aguilar. Mujeres que de buscadoras pasaron a buscadas, como bien titula su recuento el diario El Universal.

 

Pero nada las detiene. Una de ellas es Cecilia Flores, quien sigue adelante pese a vivir bajo amenazas para liderar el colectivo Una promesa por cumplir. «En el México bárbaro los hijos acaban perdidos abajo de la tierra y las madres son asesinadas por buscarlos. México es el panteón donde ni siquiera nos dan la oportunidad de poner cruces» dijo ante el asesinato de Teresa Magueyal.

 

Por eso, algunos de los colectivos de búsqueda como Voz de los desaparecidos en Puebla y  Tesoros perdidos. Hasta encontrarlos convertirán el 10 de mayo en una jornada de lucha, en el verdadero México, que bien refleja la película Ruido. Así que, en estos días, debe reconocerse a las mamás buscadoras del país, al tiempo de exigir que se detenga la espiral madres dolientes-buscadoras-ejecutadas.