Uganda: Homofobia de Estado

Fotografía: Anete Lusina

DAVID SANTIAGO TOVILLA

Parece que la presión internacional dejó de tener efectividad en contra de quienes atentan en contra de los derechos humanos. Uganda es un ejemplo de que, aunque el mundo grite, no les importa. Es el riesgo de todo pensamiento autoritario: decidido a hacer su voluntad a como dé lugar y al costo que sea: aún sean vidas humanas.

Los principales organismos internacionales de Derechos Humanos encendieron las alertas, el 29 de mayo pasado, en Uganda, cuando se aprobó una ley que establece distintas penalizaciones para castigar todo lo que sea diferente a la heterosexualidad:

Cadena perpetua por relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.

10 años de prisión por el intento de tener relaciones no heterosexuales.

Pena de muerte por homosexualidad con agravantes.

20 años de cárcel por promoción de la homosexualidad.

Es 2023, el siglo XXI, pero hay lugares en donde el tiempo se detuvo o llegan unos para construir un retroceso.

Amnistía Internacional lo dijo con contundencia: «La firma de esta ley profundamente represiva constituye un grave ataque contra los derechos humanos y la Constitución de Uganda, así como contra los instrumentos regionales e internacionales de derechos humanos en los que Uganda es parte».

Dicha ley «sólo servirá para consagrar en la legislación la discriminación, el odio y los prejuicios contra las personas LGBTI ugandesas y quienes las apoyan. Es inadmisible que estas personas se arriesguen a perder la vida, la libertad, la privacidad, la libertad de expresión y la capacidad de vivir sin discriminación»

Ya se ha visto con esos regímenes que promueven los enconos sociales: las injusticias afectan a todos porque, además, para dañar a cualquier persona puede adjudicársele el adjetivo que penaliza. No se diga el calvario que viven los protagonistas de la persecución. Ha pasado y pasa sin importar el color de los gobiernos autoritarios.

Para el caso de Uganda y comprender la dimensión del problema existe un documental demoledor: Jon Sistiaga y la caza al homosexual. Puede verse en YouTube.

Hay que mirar hacia Uganda porque la ley promulgada se inscribe en lo que el Diccionario de injusticias denomina Homofobia de Estado: «La noción de homofobia de Estado tiene el interés de plantear que el miedo y el rechazo a los homosexuales y a toda persona que se distancia de las normas del cuerpo, género y sexualidad, hace parte del proyecto de nación y su materialización en el Estado moderno que requiere de un tipo de ciudadano ajustado a las identidades exhaustivas de hombre y mujer.

»La homofobia surge a partir de la puesta en funcionamiento del régimen heterosexual, en el marco del patriarcado moderno, para lo cual será central la categoría de sexo con la cual sólo se reconoce y confieren sentido a las identidades de hombre y mujer, constituidas de manera dicotómica y exhaustiva, que a su vez cumplan con las normas establecidas por las instituciones biomédicas en relación con el sexo y el género: solo dos cuerpos, el del macho y el de la hembra, con rasgos preestablecidos de masculinidad para el cuerpo de macho y de feminidad para el cuerpo de la hembra que dan como resultado dos posibilidades de la identidad sexual: ser hombre o mujer.

«Todo lo que se sale de esa norma se considera dañado, patológico, anormal, que hay que castigar, sancionar, normalizar, eliminar, es decir, es objeto de homofobia, porque genera miedo irracional y debe ser sometido a procesos de curación, sanción, normalización, según la institución que observe y desde su mirada determine el tipo de transgresión y por tanto intervención. Estas consideraciones hacen que se ponga en marcha la homofobia de Estado».

El mundo no debe acostumbrarse a que en un lugar los hechos sean así. El mutismo ante la burla a la ley y la Constitución, el pisoteo de las normas humanitarias internacionales y el machismo como práctica de gobierno tampoco deben normalizarse.

En Uganda se persigue a los homosexuales; en Afganistán, a las mujeres. Las historias cada vez son de mayor terror, como ocurre cuando se sabe que la impunidad está garantizada. El 6 de junio, 80 niñas fueron envenenadas en una escuela lugar en donde los talibanes han decidido que las mujeres no deben estar y han prohibido los grados de secundaria y universidad para ellas.

Debe recuperarse la capacidad de indignación y de conciencia ante hechos anómalos. El daño de la permisividad es incalculable para los pueblos y las naciones.

www.davidsantiagotovilla.com