DAVID SANTIAGO TOVILLA
Los grandes trabajos musicales son atemporales. Trascienden los éxitos consumistas y la necesidad de novedades. Construyen la ejemplaridad frente a la popularidad. Un trabajo sorprendente por su conjugación de instrumentos, ritmos y tonalidades se llama Los pájaros perdidos de Christina Pluhar con el ensamble L’Arpeggiatta.
Pluhar es una musicóloga
que constituyó un grupo para poner en práctica los resultados de sus
investigaciones. Para combinar géneros musicales; ensayar la ejecución de
piezas de una época con instrumentos de otra; explorar la espontaneidad y la
escenificación en sus presentaciones y convertirlas en un espectáculo intenso,
vibrante, imperecedero.
El álbum Los pájaros perdidos fue lanzado en 2012 y puede encontrarse en las plataformas musicales. El disco presenta sólo una selección de lo que fue concebido como una presentación de dos horas realizada aquel año. Es una manufactura de estudio extraordinaria, de una sonoridad poco comparable.
El principal ingrediente
es la variedad de instrumentos reunidos: desde los utilizados en las melodías
clásicas europeas hasta los típicos del folclore latinoamericano. Enseguida, las voces especializadas que
transforman lo conocido o escuchado con otro énfasis o tonalidad.
Lo que termina por erigir
un monumento musical es el homenaje a la canción tradicional argentina,
venezolana, paraguaya, entre otras. Un mosaico de géneros: zamba, golpe, polca,
pajarillo, joropo, pasaje, polo, gaita margariteña, bolero. De hecho, el título
proviene de una pieza de Astor Piazzola incluida.
Uno de los temas de gran
atractivo es Montilla. La rítmica
canción rememora a un héroe de Venezuela asesinado a principios del siglo XX.
Conjunta la impresionante voz y entonación de la mezzosoprano Luciana Mancini,
coros, charangos, bongos de mano, violoncello, tiorba o laúd de mayor tamaño.
También es el caso de Pájaro
campana, una polca de Uruguay hecha para arpa. Con L’Arpeggiatta, los instrumentos
que se incorporan a lo largo de tres minutos y medio. En la sucesión, cada uno se
permite un solo para apreciar, en esa individualidad, la pureza del sonido
emitido, para luego retornar a la armonía conjunta. Grandioso.
Se incluye Ay! Este Azul de Mercedes Sosa. En la original, se escucharon guitarra, violín y la voz de contralto —grave— de la extinta cantora. En Los pájaros perdidos, el planteamiento se realiza desde lo opuesto: un contratenor, las notas masculinas de mayor agudeza. A Philippe Jaroussky le acompañan: arpa, tiorba, salterio, cello, violines. Diferente, contundente, hermoso.
Qué decir de la versión de Bésame mucho que conserva esa idea de integrar la personalidad de todos los instrumentos sin que ninguno pierda frente a los otros: una integración sonora majestuosa con la voz de la soprano Raquel Andueza. Sin comparación como pieza integral que lleva a escuchar el todo y no centrarse en la conocida letra.
En 2018, una cuenta de YouTube tuvo el acierto de compartir el concierto en vivo, completo. Ahí es en donde lo visual termina por ayudar a entender de dónde proviene todo ese universo musical que constituye un producto asombroso e inolvidable.
Por ejemplo, la versión de Duerme negrito presenta un ejercicio extraordinario: la interpretación a dos voces, con las mayores capacidades agudas: la soprano Raquel Andueza y el contratenor Philippe Jaroussky. Es por lo menos impresionante ese diálogo de tonos similares emitidos por un hombre y una mujer.
El álbum y el video son extraordinarios. Desde luego, hay que escucharlos; esto es no reproducirlos como una compañía accesoria o un sonido de fondo. Sí, a través de unas bocinas o audífonos de calidad y dedicarse a escuchar cada pieza, para apreciar su valor musical.
Pocos trabajos existen como Los pájaros perdidos de Christina Pluhar con el ensamble L’Arpeggiatta.
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