Mirar la crisis hídrica en Uruguay


DAVID SANTIAGO TOVILLA

Las preocupaciones por las consecuencias del calentamiento global se quedaron en algunos grupos. Las alertas tempranas para procurar que los grados calurosos de la tierra no aumentaran no tuvieron el impacto deseado.

 

En estos días, dos sucesos debieran llamar más la atención sobre las adversidades generadas por la modificación del ambiente. Los hechos indican que lo siempre mencionado a futuro ya se vive en algunas zonas.

 

«El lunes 3 de julio fue el día más caluroso de la historia» tituló El clarín, semejante a diversos medios. La nota de CNN explica: «la temperatura global promedio alcanzó los 17,01 grados centígrados, la temperatura más alta desde que comenzaron los registros. Este martes, subió aún más, para llegar a 17,18 grados centígrados. El récord anterior de 16,92 grados centígrados se estableció en agosto de 2016».

 

Un problema no atendido a plenitud que, advierten, generará en lo sucesivo calor con mayor frecuencia e intensidad. Las palabras de Friederike Otto son para recordarse: «Simplemente muestra que tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles, no en décadas, ahora. Este día es solo un número, pero para muchas personas y ecosistemas es una pérdida de vida y de sustento».

 

Los efectos ya se observan en la vida cotidiana: en Uruguay, en el mes de junio se agudizó la escasez de agua. La mayor crisis hídrica de su historia. Casi el 60% de la población del país está en riesgo de no tener el líquido para las necesidades básicas. Ni siquiera para beber: «El agua dejará de ser bebible antes de que culminen las obras que se están haciendo. Vamos a tener una ventana de agua no bebible y por eso estamos proponiendo convocar al sistema nacional de emergencia» dijo un vocero al portal Telam, el sábado 8 de julio.

 

Greenpeace retomó con puntualidad, las principales decisiones de impacto para los seres humanos tomadas para enfrentar la crisis:

 

«Mezclar el agua dulce de Paso Severino con agua de fuentes cercanas al Río de la Plata, más salobre por provenir del estuario. Acción que por su mayor salinidad ha provocado problemas en la población como fallas en electrodomésticos, dolores de cabeza y estómago. Por esta medida tuvieron que extender los límites máximos de sodio y cloruros permitidos en el agua que la OSE distribuye en Montevideo. Los cuales ya han sido aumentados excepcionalmente dos veces.

 

»También avalaron el aumento temporal de trihalometanos (THM), compuestos químicos que se forman durante la desinfección con cloro y son nocivos si se consumen a lo largo de décadas. La ministra de salud Karina Rando asegura que no es nocivo el aumento consumo de THM por 45 días y recomendó no consumir agua del grifo a personas con enfermedad renal crónica, insuficiencia cardíaca, cirrosis y también a las embarazadas. Haciendo alusión a que los uruguayos tienen un 37% de prevalencia en hipertensión.

 

»Además de esta medida el gobierno eximió de impuestos al agua embotellada y distribuyó 2 litros de agua diarios para los sectores más vulnerables de la población».


En estas horas, los uruguayos van contrarreloj y esperan que lleguen lluvias que den agua sus embalses secos.

 

Hay que mirar hacia Uruguay en donde los vaticinios se extinguieron para ser reemplazados por la contundente realidad. Sobre todo, en estos tiempos cuando, en México, con impunidad y complacencia se destruyen manglares, humedales y entornos que constituyen la mega diversidad del país.

Justo este domingo 9, la agencia Reforma circuló una nota: «Resiente el 83% de hogares mexicanos la escasez de agua».

Es necesario sacudirse los temas distractores para pensar, en verdad, en el presente y el futuro.

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