Mirar con Martín Scorsese la hebra de un genocidio


DAVID SANTIAGO TOVILLA

Se estrenó la película Los asesinos de la luna del legendario director Martín Scorsese. Es del bloque de cintas que llegarán en el último trimestre del año para inscribirse en la carrera por los premios Óscar.

 

A partir de su exhibición, pueden anotarse ya dos candidaturas: Leonardo DiCaprio, por la interpretación de un personaje oportunista, dubitativo pero incapaz de tomar decisiones éticas; y, Lily Gladstone, en su impecable representación de una nativa de la Nación Osage.

 


Algo falta en Los asesinos de la luna para pasar de una película de interés histórico a un filme rotundo que se erija por sí misma frente a las anécdotas. Luego de casi tres horas y media, lo que prevalece son las actuaciones y cómo Scorsese muestra la hebra de lo que, en realidad, apunta a un genocidio.

 

La historia del filme pareciera limitar los hechos de codicia, complicidades y asesinatos a la acción individual de un personaje central y sus secuaces. La trama de la película refleja un episodio somero de tantos con que se sojuzgó a los nativos de las tierras de Norteamérica.

 

Sin embargo, como ocurre hasta ahora, hay injusticias permitidas y propiciadas por el Estado en muchas partes. Los reclamos por adquisiciones fraudulentas de tierras son noticias actuales. El apoderamiento de extensiones territoriales en función de un proyecto que de gran rentabilidad ocurre hasta la fecha.

 

Los asesinos de la luna tiene el mérito de traer a la agenda la injusticia con la Nación Osage que vio una serie de muertes extrañas porque las tierras a donde fueron reubicados resultaron con petróleo. De un pueblo paria, pasaron a millonarios. Entonces, vivales fueron también por las mujeres indias, a casarse con ellas, para que la riqueza pasara a sus manos al pronto enviudar.

 

Pero la expoliación fue integral. Lo comenta el descendiente comanche Forraje Torivio en un artículo para The Conversation: «Desde principios del siglo XIX hasta la década de 1930, la política oficial estadounidense desplazó a miles de nativos americanos de sus hogares ancestrales mediante la política conocida como expulsión de indios. Y a lo largo del siglo XX, el gobierno federal recaudó miles de millones de dólares de las ventas o arrendamientos de recursos naturales como madera, petróleo y gas en tierras indias, que se suponía debía desembolsar a los propietarios de las tierras. Pero durante décadas no dio cuenta de estos fondos fiduciarios, y mucho menos pagó a los indios lo que les correspondía». Los litigios por el dinero de los pueblos afectados llegan hasta la actualidad.

El libro de David Grann con el mismo nombre de la película habla de entre 300 y 600 osages asesinados para quedarse con sus derechos petrolíferos.

La historia contada por Los asesinos de la luna comprueba que la tierra es el lugar de prueba para las acciones de las personas: unos que engañan con un discurso benefactor, pero encabezan el pillaje; otros, ejecutores beneficiados con las migajas que les tiran; frente a seres humanos quienes, aún en la adversidad y por encima de todo, el corazón les da para la comprensión, la caridad y la indulgencia.