‘México en mí’ de Catón

DAVID SANTIAGO TOVILLA

Un atlas cultural de México. Un apasionado caminar con un interés por aprender. Una invitación a ver un país cuya riqueza reside en sus particularidades locales. Una oportunidad para recordar cómo es la vida en tiempos de normalidad, cuando su plenitud no es amenazada. Eso y más es el libro México en mí de Armando Fuentes Aguirre, Catón, publicado por el grupo editorial Planeta.

Catón suele recorrer el país invitado a dar conferencias. Es un gran conversador. En sus recorridos nutre una de las columnas más leídas del país por su inclusión en decenas de sitios. Acude a platicar sus experiencias y genera nuevos conocimientos para ser incorporados a su acervo.

Catón declara: «Quien esto escribe tiene a honra ser aprendiz de todo y oficial de nada. ¡Es tan interesante aprender, y es tan aburrido todo lo oficial! A donde va aplica ojos y oídos, si es que no puede aplicar más, y ve y escucha con avidez de niño, que es mayor avidez aún que la del grande».

El libro se compone de siete capítulos que a la vez es una división temática de la amplitud de hechos, anécdotas, personajes, identidades, referencias: “Parajes y paisajes”, “De fondas, cantinas y otros sitios”, “Ingenios y figuras”, “Moditos de hablar”, “Hábitos que sí hacen al monje”, “Naturaleza al natural”, “Caminos y Caminantes”. Sin embargo, los bloques narrativos son breves y el volumen puede consumirse de manera aleatoria con el mismo resultado del regocijo por conocer.

Dentro de las referencias de México en mí, destaca la hecha sobre una localidad de Sonora: Empalme, en donde contrajo matrimonio Charlie Chaplin. El cómico se enamoró y empezó una relación con una menor de edad. Lo emplazaron a casarse con ella. En California no podría ocurrir porque era un delito con 15 años de prisión. Por eso se buscó un lugar, en México, a donde no pudieran llegar periodistas: él tenía 35 años; ella, 16.

El libro, al fin de cuentas, es un testimonio y recuerda que, en tiempos de su papá, en Saltillo, Coahuila, las señoras no iban al mercado: «Las compras la hacían los señores. No había súper, claro, de modo que el mercado Juárez era el único sitio para surtir las cosas del mandado. ¿Por qué los señores iban al mercado? Porque descendemos de españoles y árabes, y los hombres preferían la molestia de ir todos los días al mercado antes que exponer a sus esposas e hijas a las miradas y rudos piropos de los comerciantes o al asedio de algún salaz tenorio».

Informa por qué, en Campeche, el restaurante La Pigua tiene un platillo que se llama Arroz a la Catón. Y, en Nuevo León, en El Charro, existe otro platillo con su alias: «sirve un insigne guiso llamado Piernil de cerdo. Un buen día apareció ese nombre gramaticalizado Pernil de cerdo. Yo puse el grito en el cielo, en la tierra y en todo lugar por aquel desafuero cometido contra la tradición, por aquel desacato a Su Majestad el Uso. Mi voz fue oída por los dueños del establecimiento, que mandaron hacer otros menús. En ellos apareció, como uno de los platillos principales, el Piernil de Catón».

México en mí, de Catón, es un breviario distante de la solemnidad, construido con pasos desde las calles del país.

Mariana Pacheco Ortiz tuvo la oportunidad de entrevistarlo con motivo de la presentación del libro. Una extraordinaria conversación que puede leerse en Diario de Yucatán.