DAVID SANTIAGO TOVILLA
Una invitación a la apreciación artística. La iniciación para un viaje sin prisa por famosas obras de arte. Un recordatorio de que la observación es una herramienta para el conocimiento. Un modo de ir más allá de la primera impresión de un cuadro e imbuirse en él. Eso es la lectura de una novedad editorial: Lo que los libros de Historia del Arte no quieren que sepas: Salseos artísticos y más de Blanca Guilera, publicado por Penguin Random House Grupo Editorial.
No es un libro para acumular datos porque su objetivo es despertar el interés por el arte. Por lo tanto, más que datos es una grata conversación a partir de cuarenta y cinco trabajos de distintas épocas. Tampoco es información técnica. Son anécdotas, llamados de atención a los detalles en apariencia accesorios en las obras.
La plática de Blanca Guilera es amena, actual, con uso de términos y estrellas populares de hoy. Ese tono cercano se completa con un diseño que incluye subrayados y apuntes a mano.
A diferencia de la tendencia actual, por los cuadros incluidos y la presentación comentada, su consumo no es recomendable en libro electrónico. Es mejor, convertirlo a PDF o adquirir el volumen en papel… Y a disfrutar un grato paseo con una voz cotilla.
Basta mencionar algunos trabajos, como el Autorretrato de Tamara de Lempicka que se erige sobre un fallecimiento. Se trata de un homenaje a Isadora Duncan quien conducía un descapotable verde, pero su fular se enredó en una de las llantas y le provocó una muerte inmediata, además de maltratar su cuerpo.
»Esta pintura es de Artemisia Gentileschi, una pintora a la altura de coetáneos como Caravaggio. Al ser mujer, le costó mucho optar a la formación académica, pero su padre le consiguió un profesor para que fomentara su talento. Se llamaba Agostino Tassi y era íntimo amigo de la familia. Lamentablemente, un año antes de pintar el cuadro, este pedazo de desgraciado violó a la joven Artemisia». La pintora «tampoco se frenó a la hora de mostrar que el tema de la obra era ella decapitando a su violador».
O bien la inclusión de un cuadro de 7 x 8 centímetros: Belleza revelada, de Sarah Goodridge, creada en 1828: «Un día, Sarah se enteró de que su queridísimo Daniel acababa de quedarse viudo y, ni corta ni perezosa, se dijo esta es la mía. A la carta de condolencias le adjuntó esta obra, el equivalente en 1828 a enviar un fueguito por DM en Insta. Ella se le lanzó, hizo un acto de #FreeTheNipple para hacerse un nude del XIX y retratarse esa parte del cuerpo tan pecaminosa en la época». Esfuerzo infructuoso porque fue rechazada.
Blanca Guilera expone: «En su día, el hecho de que una mujer no fuera ama de casa levantaba alguna que otra ceja. Pintar y ganarse la vida como artista era muy escandaloso pero que pintara desnudos era aún más heavy, y, si encima era su propio cuerpo, era razón de peso para santiguarse una y otra vez. En la actualidad, aunque las cosas han cambiado, estoy segura de que ver esta página no te habrá dejado indiferente, ya que, dos siglos después, los pechos de las mujeres siguen siendo una parte del cuerpo muy sexualizada y censurada. De ahí que me parezca curioso cómo una cosa tan chiquita puede ser tan reivindicativa y atemporal».
Ese es el tono y las exploraciones de Lo que los libros de Historia del Arte no quieren que sepas: Salseos artísticos y más.
Es un libro recomendable para obsequiarse y encaminar al disfrute del arte.
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