Todas las mañanas del mundo

DAVID SANTIAGO TOVILLA

Hay piezas que se escuchan una vez y se quedan para siempre. Sus notas tienen tal impacto que se viven en cada ejecución. No importa cuántas veces se escuchen: vuelven a conmover como el primer día, aunque pasen años o décadas.

Uno de esos trabajos es el álbum Todas las mañanas del mundo, de Jordi Savall. Alrededor de él se reunieron distintas circunstancias que contribuyen a hacerlo memorable, imperecedero.

Todas las mañanas del mundo es una película dirigida por Alain Corneau. Se sustenta en la novela de Pascal Quignard con el mismo título, quien además colaboró en el guion y hace que la correspondencia entre libro y filme sea exacta.

La cinta constituye un gran documento visual, musical, histórico.

El texto es una novela corta en la que el investigador Quignard cuenta la relación entre el más grande violagambista que se conoce: Monsieur de Sainte-Colombe y su alumno Marin Marais.

Un músico retraído a partir del fallecimiento de su esposa que hace difícil su papel de padre de dos hijas a quienes involucra en su conocimiento musical. De vida austera y dedicada a la experimentación musical, rechaza tocar para el rey Luis XIV de Francia.

El cuadro se completa con un aprendiz que por una manera u otra logra hacerse de ese conocimiento musical. No de cualquiera sino de alguien quien ha perfeccionado la ejecución de un instrumento especial: la viola da gamba, al grado de ser autor de su perfeccionamiento al incorporar una cuerda más.

El relato ocurre en voz de Marais quien, avejentado, hace una confesión a sus alumnos en la corte.

La película arrasó con los Premios César en su momento: 17 nominaciones de las que ganó: mejor película, mejor dirección, mejor actriz secundaria (Anne Brochet), mejor fotografía, mejor vestuario, mejor banda sonora original, mejor sonido.

También es la constancia de la revelación de un actor: Guillaume Depardieu, hijo de Gérard Depardieu. Ambos interpretan al músico Marais: joven y adulto. Se dice que entre padre e hijo nunca existió buena relación.

Guillaume siguió su propio camino que era difícil por el peso de su famoso papá, pero tuvo un accidente que, con los años, le llevó a la muerte a los 37 años.

Gérard Depardieu, ahora, enfrenta serias acusaciones de violencia sexual.

En lo musical, para construir la banda sonora fue convocado el musicólogo Jordi Savall quien ha dedicado su vida a la recuperación de instrumentos y música antigua. Es, en la actualidad, una de las mayores autoridades musicales en el mundo.

Para su labor, promovió una fundación y un sello editorial: Hespèrion que en su página oficial asienta: «Hespèrion XXI es hoy día una referencia ineludible para comprender la evolución de la música en el periodo comprendido entre la Edad Media y el Barroco. Su labor de recuperación de obras, partituras, instrumentos y documentos inéditos tiene un doble valor incalculable: por un lado, el riguroso trabajo de investigación aporta nuevos datos e interpretaciones sobre los conocimientos históricos de una época, y por otro, la exquisita calidad de las interpretaciones pone al alcance del público la posibilidad de disfrutar con naturalidad de la delicadeza estética y espiritual propia de las obras de aquel tiempo.

»Desde el principio, Hespèrion XXI tomó un rumbo artístico claro e innovador que acabaría creando escuela en el panorama mundial de la música antigua, ya que concebía y concibe la música antigua como instrumento de experimentación musical, y con ella busca la máxima belleza y la expresividad en las interpretaciones. Todo intérprete de música antigua tiene un compromiso con el espíritu original de cada obra y tiene que aprender a conectar con ella a través del estudio del autor, de los instrumentos de la época, de la obra en sí y de sus circunstancias concretas. Pero como artesano de la música, también está obligado a tomar decisiones sobre lo que está interpretando: de su talento, de su creatividad y de su capacidad de transmitir emociones depende su capacidad para conectar el pasado con el presente, la cultura con su divulgación».

Así, Todas las mañanas del mundo conjugó esa mística y rigor profesional de Savall con lo más representativo de la viola da gamba en piezas de Sainte-Colombe y Marais. Un producto musical señero, fascinante, inolvidable a 33 años de su lanzamiento. Imperecedero porque ayuda a formar oído musical para este instrumento. Quien le escucha, lo hará una y otra vez el resto de su vida.

El álbum es una antología de los tonos y acompañamientos de la viola da gamba. Una gran Marcha, epopéyica, con la que abre. La demostración de las habilidades en una Improvisación. La melancolía en un Preludio. El ritmo casi de una danza en Gavotte du Tendré. La combinación de instrumentos en L’Arabesque. La sonoridad impresionante de Le Badinage.

El trabajo de Jordi Savall logra traer desde 1600 ese talento que Pascal Quignard describe en su libro sobre la música de Monsieur de Sainte-Colombe: «Llegaba a imitar todas las inflexiones de la voz humana: del suspiro de una joven al llanto de un hombre mayor, del grito de guerra de Enrique de Navarra a la dulzura del soplo de un niño aplicado que dibuja, del estertor desordenado al que el placer a veces incita a la gravedad casi muda, casi monocorde, de un hombre concentrado en sus oraciones».

Conocer esta obra puede abrir otras puertas para apreciar, como la ejecución de otro gran violagambista actual: Paolo Pandolfo.

La película aún puede conseguirse en DVD y Blu-ray. Música y cine son para vivirse porque bien dice Quignard: «Todas las mañanas del mundo se van para no volver».