‘Lo que ellos dicen o nada’ de Annie Ernaux


DAVID SANTIAGO TOVILLA

La editorial Cabaret Voltaire tiene una novedad editorial: Lo que ellos dicen o nada de Annie Ernaux. Se trata de uno de los trabajos pioneros de la Premio Nobel de Literatura 2022. Un texto que, por primera vez, tiene versión en español por Lydia Vázquez Jiménez.

En el libro se aprecia el estilo Ernaux. Una prosa que no busca entretener, sino atisbar hacia el entorno social, las costumbres, los roles, a partir de una descripción autobiográfica.

Tampoco apunta a generar las emociones tradicionales al leer una novela porque genera una conexión profunda, de otro tipo. Es decir, no aspira a situarse en los esquemas o estereotipos opuestos de héroe o víctima sino de un ser humano que vive en un momento y circunstancia específica frente a lo que debe actuar.

En Lo que ellos dicen o nada, Annie Ernaux relata el mundo adolescente femenino. Las dudas, aspiraciones, circunstancias como la llegada de la menstruación o el primer encuentro sexual. Son las anécdotas, pero más cómo ocurren, con quienes, de qué modo. El qué, en sí, es relativizado por el contexto. El gran logro reside en dotar de una gran capacidad narrativa a esa inspección de fondo; en atrapar al lector en el hilo narrativo, aunque le genere incomodidad, desazón o interrogantes. Por lo mismo, el modo Exnaux no le genera masividad de lectores.

Desde el título el libro declara de qué va: el desenvolvimiento de una joven de quince años frente a un mundo establecido. Por eso, la sentencia: es lo que padres y sociedad, dicen y debe hacerse.

En la versión inglesa colocan el título con más énfasis en la advertencia:  Do What They Say or Else: Haz lo que dicen o de lo contrario...; o bien Haz lo que dicen o si no...

Detallar las interacciones, exponerlas es cuestionarlas. Es la voz de Annie Ernaux:

«Por mucho que los padres hablen del futuro, siempre representan la infancia y el pasado».

«Ya veo que los adultos no se aburren nunca, me pregunto si lo de estar siempre ocupado sin tiempo para pensar en nada más es algo que sucede de repente».

«La primera vez tiene una demasiado lío en la cabeza como para prestar atención al que está delante».

«Quizá siempre eres espectadora la primera vez. Hay que ser retorcido para preguntar si te gusta; no es la pregunta adecuada cuando lo único que quieres es gritar de dolor».

«La moral es algo que se aprende sobre la marcha, al menos en mi caso, porque mis padres no me enseñaron nada».

«No sospechan nada, quizá porque andan con el santo en el cielo pensando solo en lo que quieren hacer conmigo y no se fijan en lo que deberían fijarse, o puede que necesiten tiempo para reaccionar».

Sí, es el mundo de Annie, pero expuesto de tal modo que ese ejercicio de memoria deriva en una convocatoria a la rememoración propia. Induce a consignar episodios que están ahí, guardados, pero ocurrieron y determinaron rumbos. Lo que ellos dicen o nada es un reto para que los lectores volteen y vean, desde el ahora, lo que fueron para ser.

Al aceptar el desafío de Annie Ernaux, este es el homenaje de este autor a sus letras:

Puede ocurrir, a los doce años, en el hogar. Una noche, como varias, desde que se tiene memoria, un padre ebrio regresa de la juerga a golpear a la madre. Ella se limita a recibir las agresiones con lo que él tenga a mano. Martillear la pared con su cabeza, incluso. Docilidad femenina. Impunidad del agresor.  La violencia es parte de la convivencia familiar y al día siguiente todo puede seguir su curso. Pero, esta vez, el pequeño decide que no. Toma una larga barra de una dura madera. Pide al hermano mayor le acompañe. Confrontan al progenitor. Apartan a la mujer. Esperan una reacción más violenta del progenitor. No hay vuelta atrás. Será lo que deba ser. El estupor detiene al agresor. Desiste de liarse con el par de chicos. Esa fue la última vez juntos. Todos se fueron a ciudades diferentes. Ahí terminó una familia violentada; empezaron los caminos individuales.

Hay conductas repetidas, como determinaciones reiteradas. Ahora, él tiene catorce años. La madre regresó al lugar de origen. Tiene una nueva pareja. Se ha embarazado. El adolescente ha viajado cinco horas para visitarla unos días. Transcurre el día en actualizaciones de noticias comunes. Hora de comida. El nuevo esposo no aparece. Pasa la tarde. Mamá e hijo cenan temprano para dormirse pronto. Él ha viajado la noche anterior. Quiere descansar. Se duerme. Los ruidos de una discusión le despiertan. Es medianoche. El marido, borracho, amenaza con golpear a la mujer. Ella sólo suplica silencio. El joven se levanta y pide respeto para ella. Él ríe y la agarra de la garganta. El muchacho ve una olla de café en la estufa próxima. Va por ella. Decidido, arroja el líquido al rijoso. La suelta. Toma su cinturón y la emprende contra su oponente. El mozo, en medio de los golpes, sale a la calle. Camina hacia un lote baldío cercano. Ubica una enorme piedra plana. Se acuesta.  Espera el amanecer. Tortuosa noche de dolor, zancudos y vigilia. Seis de la mañana. Camina hasta la plaza central. No tiene ropa, dinero. Su única opción es la granja de sus abuelos maternos. Necesita el pasaje. Espera un conocido. Aparece una figura inesperada. La madre le lleva su equipaje y recursos. El suceso de fondo no es su tema. Le preocupa lo sepan sus padres. La casa en donde vive con otro alcohólico y golpeador es de ellos. Pide callar los hechos. El chico accede. Nunca dirá nada. Tampoco volverá a pisar esa morada materna.