Fotografía

DAVID SANTIAGO TOVILLA

¿Hay otro modo de volver a vernos?

Fotografía y video son adversarios del tiempo.

Le cuestionan en el instante cuando una imagen dice cómo éramos hace un segundo, días, años.

Eliminan imperfecciones del cuerpo, accidentes, rasgos adquiridos.

Devuelven la sinceridad de otra etapa.

Descubren relaciones perdidas.

Revelan la capacidad de júbilo, aunque se haya ido.

Proporcionan razones para entender personas.

Documentan el inicio de una afición.

Dicen lo que pocos recuerdan o nadie quiere hacer.

Hablan, no siempre con oportunidad.

Inducen a pensar.

Retornan a edenes desaparecidos.

Preservan la energía invertida en un esfuerzo.

Demuestran una emoción.

Mantienen una mirada, una sonrisa, un llanto.

Las fotografías constituyen la biblioteca personal de los detalles.

Un amplio anaquel poblado de momentos.

La sombra del arbusto que llegó como una rama.

El sofá que recopiló años en su superficie.

Los muebles de patio testigos de afluencias y soledades.

Por la fotografía nada desaparece.

Así provengan de un disparo rutinario, inercial, intrascendente.

Las fotografías son absoluta presencia.

Aunque no se aparezca en ellas.

Quien hace una toma expresa que ahí estuvo.

Vio esas gaviotas volar.

Se deleitó con las palomas junto a una estructura.

Descubrió el casco del barco que emergió por unos días en la arena de una playa.

Observó las embarcaciones camaroneras pescar.

Gozó de la agitación del viento y el agua.

Vislumbró a un solitario, distante, caminante abstraído en sí.

Fotografiar es estar.

Recuperar la fugacidad de todo.

Se fotografía por un deseo de atesorar.

Que esa vivencia perdure y el instante no se evapore.

Permanece lo capturado y quien fotografía como parte de ello.

Antes, el esfuerzo era más sistemático.

Se tomaban menos fotografías, trascendían más.

Pueden verse antiguas tomas en blanco y negro en algunos hogares.

Ahora se toman muchas fotos, pero sin destino.

Quedan en la memoria del teléfono móvil.

No pasan de ahí.

No se procesan, mucho menos se imprimen para vencer los años.

Sólo sus propietarios saben que las tomaron y están en algún sitio, una de cientos.

Luego se cambia de equipo y terminan perdidas.

No existieron.

Tampoco cumplieron su propósito.

No son presente, recuerdo o promesa.

Nada.

Quienes recurrieron a la tradición de las fotografías de hogar, lograron vencer las transformaciones individuales y colectivas.

Hoy, décadas después, mantienen la magia que capturaron.

Hacen que otros conozcan aquel momento.

Permiten imaginar ese mundo ido.

Propician que el artificio de la fotografía funcione.

Son testimonio de la rotación de la vida.

Tienen la virtud de ser pasado y presente al mismo tiempo.

Hay hechos, circunstancias, condiciones, que sólo pueden vivir en una fotografía.