DAVID SANTIAGO TOVILLA
Este año, Salman Rushdie publicó Cuchillo. Es el testimonio del intento de asesinato ocurrido en agosto de 2022, en un poblado de Estados Unidos. Catorce puñaladas en diversas partes del cuerpo.
El atentado ocurrió treinta años después de que fuera lanzada la orden de muerte para los fanáticos musulmanes, porque asumieron un agravio inexistente en un pasaje de uno de los libros del escritor (Véase el texto de su autobiografía en este blog).
Rushdie es atacado cuando las alertas para él y las autoridades de seguridad se habían guardado. Su reincorporación al mundo fue progresiva hasta que consideraron no existía peligro. Se equivocaron.
En Cuchillo, es enfático en explicar la razón de su interés en volver a ser uno más como cualquier ciudadano, además de gozar la libertad personal de ir y venir. A pesar de ser autor de 19 libros, la asociación de su nombre es con Los versos satánicos y todas las consecuencias desatadas en torno suyo, entre ellas la sentencia emitida por la ley islámica.
Salman aspiraba a ser reconocido por su obra general y no por la condena y persecución. Es algo que ya tampoco consiguió porque su personalidad volvió a estar en la totalidad de los medios por el acuchillamiento que casi le cuesta la vida.
Su reaparición pública con las secuelas del ataque sólo afirma esa imagen asociada a la violencia fanática como resultado de Los versos satánicos. Una referencia que perdurará aún después de que, algún día, fallezca.
Cuchillo es su testimonio a detalle. ¿De interés general? Rushdie responde: «Debía escribir el libro que estás leyendo ahora, lector. Sería la manera de hacer mío lo sucedido, de adueñarme de ello y poseerlo de alguna manera: nada de ser una mera víctima. Respondería a la violencia con arte».
Fotografía: Fotografia Frank Franklin II LaPresse |
Salman Rushdie sitúa los hechos entre la vida y la muerte. Lo que hizo en días previos, la dinámica social al recuperar su libertad de tránsito, la plenitud amorosa que vive con su actual pareja después de matrimonios fracasados.
Esa fue la vida previa a la tragedia. Después, la estoica recepción de las cuchilladas: «El temor, el pánico, la parálisis se imponen al pensamiento racional. Regir se vuelve imposible, pues en presencia de actos violentos las personas ya no saben qué cosa es regir. La violencia las —nos— desestabiliza, o incluso trastorna. La mente ya no sabe cómo funcionar». Detalla al contar que se quedó inmóvil hasta que cayó al suelo por las heridas.
En adelante, la reconstrucción de su recuperación. Incluye un capítulo de una entrevista imaginaria con su atacante. Apunta, en algunas partes, sus reflexiones: «Cuando los creyentes creen que lo que creen debe ser impuesto a los no creyentes, o cuando creen que a los no creyentes debería prohibírseles expresar saludable y humorísticamente su descreimiento, entonces hay un problema»; «Si te conviertes en objeto de odio, siempre habrá quien te odie»; «En la muerte todos somos personas del ayer atrapadas para siempre en el pretérito».
Cuchillo, como lo dice con sinceridad, es parte de un procesamiento para su restablecimiento. También es su manera de plantar cara a la adversidad, porque a pesar de los daños físicos, como la pérdida de un ojo, es productivo.
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